Capítulo 3

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Había pasado todo el día y un día anterior, acomodando las cosas en su nuevo departamento. La señora Mills la había acompañado a comprar los víveres para su alacena y los productos personales que habría de necesitar.

La mujer se había ganado la confianza de Candy. Le había contado como se había vuelto la casera de aquel departamento. Ella vivía a unas cuantas casas de Candy. Años atrás su difunto esposo había comprado el departamento que había alquilado Candy, y gracias a ello pudo arreglarlo y ponerlo en renta, lo cual era una fuente extra de ingreso para que la mujer para que lograra sostenerse.

Durante esos días, Candy también se había puesto al día con sus estudios, tan alentada estaba por destacar en su estancia en el hospital que leía libros de medicina, con lo cual, pudiera desempeñarse mejor en el servicio que brindaría mientras cursaba la especialidad. Algunos los había adquirido mientras estudiaba su carrera, otros le habían sido regalados.

Llegada la tarde de ese día, sonó el timbre del departamento. Candy levantándose del sillón en el cual estaba estudiando, se preguntó quién podría ser.

Al abrir la puerta, vio la radiante sonrisa de una hermosa joven, de piel blanca y de una lacia y oscura melena. Su cabello era de un negro intenso y sus ojos color grisáceo.

—¡Belén! —expresó Candy, sorprendida.

—¡Así es! ¿Quién más podría ser? —dijo la chica con una sonrisa, cruzando la puerta para darle un gran abrazo —Eres una mala amiga, mira que seguramente llegaste hace más de un día y no te has comunicado conmigo, ¿Acaso no recibiste mi carta? —preguntó un tanto indignada.

Candy mostró un gesto apenado. Sentía vergüenza por no haberse tomado la atención de comunicarse con ella, lo había olvidado.

—Discúlpame Belén, claro que he recibido tu carta. La casera me la entregó cuando llegué el viernes. Sólo que me entretuve instalándome en el departamento y conociendo los alrededores de este lugar. No era mi intención decepcionarte.

La joven se quedó en silencio, intentando traviesamente hacer sufrir a la rubia.

—Está bien, te perdono, pero tienes que compensarme —dijo fingiendo indignación.

—Está bien. Dime qué es lo que tengo que hacer —preguntó sonriendo.

La joven lo pensó un poco, comenzó a caminar y observar el lugar.

—Tu departamento es hermoso y realmente acogedor — mencionó observando el lugar.

—Gracias.

—Dime ¿Qué tal ha estado tu viaje?

—Mejor de lo que esperaba.

—Perfecto ¿Qué te parece si mañana vamos a dar un paseo por la ciudad?

Belén sabía que Candy era un tanto ermitaña, no salía mucho fuera del hogar de Pony, la había visitado en aquel lugar, y había logrado conocerla un poco mejor, en el tiempo que habían convivido. Se daba cuenta que evitaba asistir a las reuniones en las que normalmente una chica de su círculo social frecuentaba. Tampoco usaba el dinero de su familia para viajar, y lo más extraño de todo, no tenía relación con otros chicos, a pesar de que era muy hermosa y de que algunas de sus amigos habían mostrado interés por ella.

Le preocupaba la actitud que tenía cuando la invitaba a distraerse y divertirse un poco. Sentía que escondía algo lo cual no la dejaba disfrutar la vida y las cosas que le ofrecía su posición y hermosa juventud.

—Está bien ¿A dónde te gustaría ir?

—No lo sé — meditó, mientras se quitaba el sombrero y dejaba su bolso sobre la mesa —. Podemos ir de compras, a pasear por central Park y si queda tiempo, tal vez a ver una función de teatro. He sabido que hay muy buenas presentaciones en Broadway.

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