Capítulo 18

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A la mañana siguiente, Candy se preparaba para ir al hospital, mientras observaban por la ventana que la lluvia no había parado desde la noche anterior.

—Hace tanto que no veía tanta lluvia en una sola noche. Me preguntó si podré conseguir un transporte para ir al hospital.

De pronto, el teléfono sonó y se apresuró a contestarlo.

Se alegró grandemente al escuchar la voz del otro lado de la línea.

—¡Albert!

—Hola, pequeña ¿Cómo estás?

—Bien, a punto de salir hacia el hospital. Pero dime ¿Cómo estás has estado?

—Bien Candy. Discúlpame. Sé que no he pasado a saludarte. He tenido mucho trabajo.

—Está bien. No te preocupes por eso. Que gusto que aún sigas en New York. Por cierto, ¿Has recibido la invitación para la fiesta de Belén? —preguntó entusiasmada.

—Sí, ayer mismo.

—Me imagino que podrás asistir.

—Ese día tengo una reunión de trabajo muy importante. Pero trataré de desocuparme temprano para poder acompañarlas.

—¡Tienes que hacerlo, Albert! No puedes faltar —le pidió, recordando la ilusión que Belén sentía, al pensar que el joven asistiría.

—Haré todo lo posible. Sólo quería saber cómo estabas, ya que la lluvia ha estado afectando la ciudad. ¿Quieres que mande al chófer para que vaya por ti y te lleve al hospital?

—No es necesario. Trataré de encontrar un transporte afuera de la zona. Pero te agradezco que te preocupes por mi.

—Sólo avísame si necesitas algo.

—Muchas gracias. Así lo haré. Nos veremos el sábado.

—Nos vemos, pequeña. Cuídate.

Después de tomar sus cosas, Candy salió rápidamente de su departamento. Se encontró con la señora Mills al bajar las escaleras, quien le llevaba un paraguas y ya había conseguido transporte para que pudiera ir al hospital.

—Gracias Stella, eres un amor. Nos vemos más tarde -le dijo, mientras subía al auto.

—Que tengas un buen día Candy.

—Tú también.

La joven, agradecía haber encontrado a una casera tan amable que cuidaba de ella y que se preocupaba porque no le faltará nada. En ocasiones, le recordaba la sonrisa y el trato dulce de la Señorita Pony, y lo protectora de la hermana Lane.

En el hospital, Candy bajó del auto tratando de no mojarse. Dentro del lugar, se encontró con Belén.

—Candy, que bueno que has llegado ¿Cómo te ha ido con la lluvia?

—Por lo menos pude llegar —respondió, sonriendo un poco empapada

—Leí en el periódico que habrá lluvias todos estos días. Me preocupa que el día de la fiesta esté igual —mencionó, inquieta.

—No te preocupes. Aún si llueve dentro del salón, no dejaremos de festejar —la reconfortó, con una sonrisa.

Belén, también sonrió.

—Hablé con Albert hoy. Me ha dicho que asistirá a la fiesta. Te dije que haría un espacio para poder ir.

—¿En serio? —preguntó entusiasmada —Eso es maravilloso. Ahora no me importa si llueve o no. Si Albert asiste, puede caerse el cielo entero.

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