PRÓLOGO

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— ¡Amo Regulus!

Ese fue el último grito que escucho de su elfo, antes de mirar los enormes y asustados ojos de Kreacher, sintió su cuerpo siendo arrastrado hacia lo profundo del lago, sus pulmones habían dado su último respiro y aunque intento luchar no podía salir.

Había decidido seguir a su hermano, ser como él, actuar como un Gryffindor. Quizás con menos instinto suicida y esa porquería de... Impulsividad.

¡Que gracioso!

Él estaba siendo arrastrado por los inferi. Si sus padres supieran de su muerte temprana estarían tan decepcionados. Más su madre.

“¿Te dejaste matar por unos cadáveres sin capacidad de decisión Arcturus?. Decepcionante”

Él ya no luchaba, solo sentía su cuerpo pesar aún más, sus brazos siendo sostenidos con fuerza sobrehumana, miraba un punto fijo o eso intentaba cuando su vista comenzó a fallar, respiro sintiendo su cuerpo lleno de agua. Con una leve sonrisa pensó en Sirius y su elección de vida.

Él siempre fue el perfecto niño, su vida tan jodida desde su nacimiento sin ser realmente feliz, sin poder decidir. Si tuviera la oportunidad, sería distinto. Tan distinto.

Cerro los ojos esperando el beso de la muerte, sintió como dejo de respirar por un segundo y cuando abrió los ojos, todo era brillante. Sus ojos veían puntos blancos, se escuchaba una suave melodía y unas voces a lo lejos. Su vista aún estaba borrosa haciendo que su mente trabaje el doble de lo necesario.

Sentia algo suave y cálido debajo de él, todo relucía, olía a... ¿Niños?

¿Esto era el cielo?

Si lo era, no le estaba gustado, se sentía aún más pesado que hace unos instantes. Lo odiaba, quizás era el infierno y se estaba retorciendo en el. No diría que no lo merecía pero estaba detestando no poder quejarse. Quiso gritar pero se escuchó llorando o sollozando.

¿Que mierda?

— Orión, creo que mi pequeño Regulus se despertó. Acerca a Siri, deberian conocerse.

¿Orión?¿Pequeño Regulus?¿Siri?

Quería una explicación y la quería ahora, cuando pestañeo solo noto unos brazos levantandolo, quiso gritar pero su voz sonó aún como un sollozo molesto. Olió ese perfume masculino conocido sin poder creer que sus ojos, que a pesar de ver un poco borroso, no estén jugando con él, el hombre joven que lo sostenía era su padre.

Orión Black en su esplendor con una sonrisa leve y un gesto cariñoso como nunca lo había visto.

— Hola Reg, soy tu padre. Y él... Es tu hermano — Sirius. — Mira hijo, él es tu hermanito Regulus.

El niño de casi dos años lo veía con emoción y una sonrisa tierna en su cara, sus ojos grises miraban su rostro con ternura, casi como si Regulus fuera una especie de ángel.

Bueno ahora Regulus se sentía como un ángel. Y no estaba siendo agradable como creyó que sería si en algún momento reencarnaba, bueno, los cinco segundos que creyó en la reencarnación.

— Es muy bonito. — musito la mujer detrás de ellos, esa voz la reconocería en cualquier lado, era su madre. Y cuando Regulus sintió que estaba siendo movido intento volver a quejarse, aunque otra vez su intento fue en vano y solo consiguió que la mujer lo mueva lentamente. — Tranquilo mi vida, ya esta. Todo estará bien.

Quiso decirles que no, nada estaría bien, él moriría, ellos lo matarian. Harían que el niño que su padre tenía en su regazo con una sonrisa escape de casa. Los abandone dejando a Regulus como heredero obligando a qué su vida sea un infierno tras otro.

— ¿Te agrada Siri? — el pequeño niño asintió contento mientras miraba al mini Regulus, y para el susodicho fue demasiado.

Había vuelto a su vida.

¿Qué vida?

Nunca tuvo una, solo hizo lo que sus padres querían, Sirius hizo siempre lo que quiso y aún así sus padres esperaron por él. Hasta había escuchado una conversación donde creían que el que se iría corriendo era él y no su hermano mayor.

¡Mierda! Tenía otra oportunidad y está vez comenzaria como le convenía a él.

Regulus Black y el misterio de Nicolás FlamelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora