La luz que inunda la habitación me arranca del profundo sueño. Me desperezo y abro los ojos. Es una bonita mañana de mayo, con Maranello a mis pies. Wow, qué vista. Charles Leclerc está profundamente dormido a mi lado. Wow, qué vista. Me sorprende que esté todavía en la cama. Como está de cara a mí, tengo la oportunidad de examinarlo bien por primera vez. Su hermoso rostro parece más joven, relajado. Sus labios, gruesos y perfilados, están ligeramente abiertos, y el pelo, limpio y brillante, alborotado. ¿Cómo puede ser alguien tan guapo y aun así ser legal? Recuerdo su cuarto del piso de arriba… Quizá no sea tan legal.
Tengo mucho en que pensar. Siento la tentación de alargar la mano y tocarlo, pero está precioso dormido, como un niño pequeño. No tengo que preocuparme de lo que digo, de lo que dice él, de sus planes, especialmente de sus planes para mí. Podría pasarme el día contemplándolo, pero tengo mis necesidades… fisiológicas.
Salgo despacio de la cama, veo su camisa blanca en el suelo y me la pongo. Me dirijo a una puerta pensando que puede ser el cuarto de baño, pero lo que encuentro es un vestidor tan grande como mi habitación. Filas y filas de trajes caros, de camisas, zapatos y corbatas. ¿Para qué necesita tanta ropa? Chasqueo la lengua. La verdad es que el ropero de Lando seguramente no tiene nada que envidiar a este. ¡Lando! Oh, no. No me acordé de él en toda la noche. Se suponía que tenía que mandarle un mensaje. Mierda. Va a enfadarse conmigo. Por un segundo me pregunto cómo le irá con Pierre.
Vuelvo al dormitorio, en el que Charles sigue dormido. Abro la otra puerta. Es el cuarto de baño, más grande que mi habitación. ¿Para qué necesita tanto espacio un hombre solo? Dos lavabos, observo con ironía. Si nunca duerme con nadie, uno de los dos no se habrá utilizado. Me miro en el enorme espejo. ¿Parezco diferente? Me siento diferente. Para ser sincero, estoy un poco dolorido, y los músculos… es como si no hubiera hecho ejercicio en la vida. En la vida has hecho ejercicio, me dice mi subconsciente, que se ha despertado y me mira frunciendo los labios y dando golpecitos en el suelo con el pie. Acabas de acostarte con él. Has entregado tu virginidad a un hombre que no te ama, que tiene planes muy raros para ti, que quiere convertirte en una especie de pervertido esclavo sexual.
¿ESTÁS LOCO?, me grita.
Sigo mirándome en el espejo y me estremezco. Tengo que asimilar todo esto. Sinceramente, me he encaprichado de un hombre guapísimo, que está forrado y que tiene un cuarto rojo del dolor esperándome. Me estremezco. Estoy desconcertado y confundido Tengo el pelo hecho un desastre, como siempre. El cabello revuelto no me queda nada bien. Intento poner orden en ese caos con los dedos, pero no lo consigo y me rindo… Quizá tenga alguna liga en el bolso.
Me muero de hambre. Vuelvo a la habitación. El bello durmiente sigue dormido, así que lo dejo y voy a la cocina.
Oh, no… Lando. Dejé el bolso en el estudio de Charles. Voy a buscarlo y saco el móvil. Tres mensajes.
*Todo OK Carlos*
*Donde estas Carlos*
*Maldita sea Carlos*Llamo a Lando, pero no me contesta y le dejo un mensaje en el contestador diciéndole que estoy vivo y que Lord Perceval no ha acabado conmigo, bueno, al menos no en el sentido que podría preocuparle… o quizá sí. Estoy muy confundido. Tengo que intentar aclararme y analizar mis sentimientos hacia Charles Leclerc. Es imposible.
Muevo la cabeza dándome por vencido.Necesito estar solo, lejos de aquí, para pensar.
Encuentro en el bolso una liga para el pelo y rápidamente me recojo la mitad de mi cabello. ¡Sí! Quizá entre menos masculino me vea, más a salvo estaré de Lord Perceval. Saco el iPod del bolso y me pongo los auriculares. No hay nada como la música para cocinar. Me meto el iPod en el bolsillo de la camisa de Charles, subo el volumen y empiezo a bailar.
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𝑭𝒊𝒇𝒕𝒚 𝑺𝒉𝒂𝒇𝒆𝒔 𝑶𝒇 ℱ𝑒𝓇𝓇𝒶𝓇𝓊.
Science FictionCuando el estudiante de Literatura Carlos Sainz recibe el encargo de entrevistar al exitoso y joven empresario Charles Leclerc, queda impresionado al encontrarse ante un hombre atractivo, seductor y también muy intimidante. El inexperto e inocente C...