Capitulo 14

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Charles está frente a mí con un látigo de cuero trenzado. Solo lleva puestos unos Levi's viejos, gastados y rotos. Golpea despacio el látigo contra la palma de su mano sin dejar de mirarme. Esboza una sonrisa triunfante. No puedo moverme. Estoy desnudo y atado con grilletes, abre mis piernas de forma excesiva en una enorme cama de cuatro postes. Se acerca a mí y me desliza la punta del látigo desde la frente hasta la nariz, de manera que percibo el olor del cuero, y luego sigue hasta mis labios entreabiertos, que jadean. Me mete la punta en la boca y siento el sabor intenso del cuero.

— Chupa — me ordena en voz baja.

Obedezco y cierro los labios alrededor de la punta.

— Basta — me dice bruscamente.

Vuelvo a jadear mientras me saca el látigo de la boca y me la desliza desde la barbilla hasta el final del cuello. Le da vueltas despacio y sigue arrastrando la punta del látigo por mi cuerpo, por el esternón, entre mi pecho y por el torso, hasta el ombligo. Jadeo, me retuerzo y tiro de los grilletes, que me destrozan las muñecas y los tobillos. Me rodea el ombligo con la punta de cuero y sigue deslizándola por mi vello púbico hasta la base de mi pene. Sacude el látigo y me golpea con fuerza en la base, y me corro gloriosamente gritando que me desate.

De pronto me despierto jadeando, bañado en sudor y sintiendo los espasmos posteriores al orgasmo. Dios mío. Estoy totalmente desorientado. ¿Qué demonios ha pasado? Estoy en mi cama solo. ¿Cómo? ¿Por qué? Me incorporo de un salto, conmocionado... Wow. Es de día. Miro el despertador: las ocho. Me cubro la cara con las manos. No sabía que yo pudiera tener sueños sexuales. ¿Ha sido por algo que comí? Quizá las ostras y la investigación, que han acabado manifestándose en mi primer sueño erótico. Es desconcertante. No tenía ni idea de que pudiera correrme en sueños.

Land se acerca a mí corriendo cuando entro tambaleándome en la cocina.

— Carlos, ¿estás bien? Te veo raro. ¿Llevas puesta la americana de Charles?

— Estoy bien.

Maldita sea. Debería haberme mirado en el espejo. Evito sus ojos verdes, que me atraviesan. Todavía no me he recuperado del sueño tan excitante y extraño que he tenido.

— Sí, es la americana de Charles.

Frunce el ceño.

— ¿Has dormido?

— No muy bien.

Tomo la tetera. Necesito un té con urgencia.

— ¿Qué tal la cena?

Ya empieza...

— Comimos ostras. Y luego bacalao, así que diría que hubo bastante pescado.

— Uf... Odio las ostras, pero no estoy preguntándote por la comida. ¿Qué tal con Charles? ¿De qué hablasteis?

— Se mostró muy atento.

Me callo. ¿Qué puedo decirle? No tiene VIH, le interesa la interpretación, quiere que obedezca todas sus órdenes, hizo daño a un hombre al que colgó del techo de su cuarto de juegos y quería follarme en el comedor privado. ¿Sería un buen resumen? Intento desesperadamente recordar algo de mi cita con Charles que pueda comentar con Land.

— No le gusta Wanda.

— ¿A quién le gusta, Carlos? No es nada nuevo. ¿Por qué estás tan evasivo? Suéltalo, hermano.

— Land, hablamos de un montón de cosas. Ya sabes... de lo quisquilloso que es con la comida. Por cierto, le gustó mucho tu traje.

La tetera ya está hirviendo, así que me preparo una taza.

𝑭𝒊𝒇𝒕𝒚 𝑺𝒉𝒂𝒇𝒆𝒔 𝑶𝒇 ℱ𝑒𝓇𝓇𝒶𝓇𝓊.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora