Capitulo 15

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— Hola.

Me siento terriblemente tímido cuando abro la puerta. Charles está en el porche, con sus vaqueros y su cazadora de cuero, se ve malditamente sexy.

— Hola — dice, y su radiante sonrisa le ilumina el rostro.

Me detengo un instante para admirar su belleza. Madre mía, está buenísimo vestido de cuero, le queda tan perfecto.

— Pasa.

— Si me lo permites — contesta, divertido. Cuando entra, le veo una botella de champán en la mano. — He pensado que podríamos celebrar tu graduación. No hay nada como un buen Bollinger.

— Interesante elección de palabras — comento con sequedad.

Él sonríe.

— Me encanta la chispa que tienes, Carlos.

— No tenemos más que tazas. Ya hemos empaquetado todos los vasos y copas.

— ¿Tazas? Por mí, bien.

Me dirijo a la cocina. Nervioso, sintiendo las mariposas en el estómago; es como tener una pantera o un puma en mi salón, listo para el acecho.

— ¿Quieres platito también?

— Con la taza me vale, Carlos — me responde Charles distraídamente desde el salón.

Cuando vuelvo, está examinando el paquete marrón de libros.

Dejo las tazas en la mesa.

— Eso es para ti — murmuro algo ansioso.

Mierda... Seguro que esto termina en pelea.

— Mmm, me lo figuro. Una cita muy oportuna. — Pasea ausente el largo índice por el texto. — Pensé que era d'Urberville, no Ángel. Has elegido la corrupción. — Me dedica una breve sonrisa lobuna. — Solo tú podías encontrar algo de resonancias tan acertadas.

— También es una súplica — le susurro.

¿Por qué estoy tan nervioso? Tengo la boca seca.

— ¿Una súplica? ¿Para qué no me pase contigo?

Asiento con la cabeza.

— Compré esto para ti — dice él en voz baja y con mirada impasible. — No me pasaré contigo si lo aceptas.

Trago saliva compulsivamente.

— Charles, no puedo aceptarlo, es demasiado.

— Ves, a esto me refería, me desafías. Quiero que te lo quedes, y se acabó la discusión. Es muy sencillo. No tienes que pensar en nada de esto. Como sumiso mío, tendrías que agradecérmelo. Limítate a aceptar lo que te compre, porque me complace que lo hagas.

— Aún no soy tu sumiso cuando lo compraste — susurro.

— No... pero has accedido, Carlos.

Su mirada se vuelve recelosa.

Suspiro. No me voy a salir con la mía, así que pasamos al plan B.

— Entonces, ¿es mío y puedo hacer lo que quiera con ello? — Me mira con desconfianza, pero cede.

— Sí.

— En ese caso, me gustaría donarlo a una ONG, a una que trabajé en Milán y a la que parece que le tienes cariño. Que lo subasten.

— Si eso es lo que quieres hacer... — Aprieta los labios. Parece decepcionado.

Me sonrojo.

— Me lo pensaré — murmuro.

𝑭𝒊𝒇𝒕𝒚 𝑺𝒉𝒂𝒇𝒆𝒔 𝑶𝒇 ℱ𝑒𝓇𝓇𝒶𝓇𝓊.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora