capítulo diez

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No sintió ningún tipo de dolor cuando su cuerpo cayó al suelo. Perro pasó por encima de ella, y aterrizó en sus cuatro patas, para luego ponerse en guardia de nuevo. Sus ladridos eran feroces.

Alma se puso de píe, sin entender lo que estaba pasando. Todo a su alrededor estaba en penumbras, no había rastros de la tormenta y el silenció le pareció antinatural.

—Que… que esta pasando…

Perro comenzó a tironear de su pantalón, como si intentará decirle algo. Cuando tuvo su atención, comenzó a moverse y Alma entendió que tenía que seguirlo. Su mente era un torbellino de confusión y temor por lo que acababa de presenciar. Alma lo siguió casi a tientas, tropezando en la penumbra, hasta que por fin salió a la calle principal.

Las casas vecinas se alzaban como espectros silenciosos, algunas en ruinas, como si una fuerza destructiva hubiera arrasado el vecindario. Un escalofrío recorrió su espalda. Quería dejarse derrumbar por el pánico, pero estaba segura que las sombras irían por ellos. De hecho se preguntó porque no le hicieron aún.

El perro avanzaba resuelto, guiándola con sus ladridos a través de aquella desolación. Allí el espectáculo que se abrió ante sus ojos fue aún más inquietante; el camino estaba bloqueado por enormes grietas que surcaban el asfalto. Postes de luz yacían caídos y los autos descansaban abandonados en posturas grotescas.

Alma contuvo un grito al distinguir formas humanoides contorsionándose sobre el suelo. Lo que fue un grave error, ya que fueron conscientes de su presencia, y empezaron a arrastrarse en su dirección con un siseo inquietante.

El perro retrocedió, gruñendo con los pelos erizados mientras el círculo de sombras se cerraba a su alrededor. Alma miró en todas direcciones con creciente desesperación, sintiendo que los tenían acorralados… hasta que una luz llamó su atención al final de la calle.

Era un faro de luz cálida e intensa que parecía abrirse paso a través de la oscuridad, empujando las sombras hacia atrás. Alma entornó los ojos, creyendo distinguir una figura humana en el núcleo de aquel resplandor…

—¡Alma!

—¿Nahir?

—¡Apresúrate! No podré alejarlos por mucho tiempo.

Alma miró a perro, que sin dudar, empezó a correr hacia Nahir, así que lo siguió con todas sus fuerzas. Fueron alejándose de aquel reino de pesadilla. Los siseos y gemidos de las criaturas oscuras se desvanecían.

De pronto, Nahir se detuvo en una intersección y se volvió hacia Alma con expresión apremiante.

—¡Por aquí, rápido! No podemos seguir por la calle principal, hay demasiadas obstrucciones.

Señaló una callejuela lateral más estrecha pero relativamente despejada. Alma asintió sin aliento y la siguió por el oscuro pasaje, con el perro pegado a sus talones. 

Delante, la luz que Nahir proyectaba abría un camino luminoso, manteniendo las sombras hostiles a raya. Sin embargo, Alma podía percibir que su amiga se debilitaba.

—¿A dónde vamos? ¿Qué son esas cosas? —logró balbucear entre jadeos.

Nahir negó con la cabeza, manteniendo la mirada al frente.

—No hay tiempo para explicaciones ahora. Solo sigue corriendo y no mires atrás.

Alma obedeció, concentrándose en poner un pie delante del otro. Sus pulmones ardían y su garganta estaba reseca, pero el miedo la impulsaba a seguir huyendo.

Tras girar en otra esquina, una nueva visión los recibió: una iglesia se alzaba en el siguiente cruce. Las puertas dobles estaban abiertas de par en par, como una boca negra invitándolos a entrar.

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