Un Buen Día

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Natasha se despertó en cuanto los rayos del sol comenzaron a aparecer a traves de la ventana donde no había cerrado las cortinas, claramente ahora sabia que es lo que sentía que se olvidaba antes de acostarse la noche anterior. Un suspiro resignado escapo de sus labios, sabiendo que no había ninguna oportunidad de que volviera a conciliar el sueño, su cuerpo no funcionaba de esa manera.

Aunque últimamente no podía quejarse, estaba teniendo las mejores noches, ya casi no tenía pesadillas y estaba despertando bien descansada, y eso era mas de lo que había tenido en toda su vida.

Ella sabía muy bien el porqué de esto, lo estaba sintiendo detrás de ella en este momento. Era como si siempre supiera cuando ella estaba pensando en él, porque cada vez que Bruce cruzaba por su mente, mágicamente también daba alguna señal de vida en la realidad. Parecía que pensar en el doctor era como invocarlo, tal vez la abuela de él era la mismísima Bloody Mary.

Como en ese momento, cuando el brazo de él se apretó en su cintura, atrayéndola mas cerca y pegando la espalda de ella a su pecho desnudo, mientras sentía como el rostro de Bruce se enterraba en su cuello.

— Estoy escuchando tus pensamientos hasta aquí Nat... —un susurro muy bajo escapo de los labios de él, provocando escalofríos en la piel expuesta del cuello de ella con su aliento.

— Y como siempre es tu culpa Banner, últimamente solo tengo a cierto científico de múltiples doctorados, muy lindo y torpe, cruzando en mi mente en cada momento —ella sonrió ante la suave risa que escuchaba escapar de los labios de él.

No tuvo otra respuesta por unos minutos, por lo menos no con palabras, sino que sintió como los brazos de él se apretaban aun mas a su alrededor, encerrándola en un abrazo sobreprotector. Jamás se quejaría de esos abrazos, eran una fuente inagotable de calor, además que el doctor es extremadamente cómodo.

Pero había alguien que estaba muy celoso de que nadie estuviera prestándole atención, indignado por el hecho de que hubiesen olvidado de su presencia, por lo que decidió que era momento de hacerse notar con ladridos agudos y enojados junto al lado de la cama de Nat.

Ahora era el turno de Bruce de suspirar resignado, sabiendo que ya no habría forma de que su pequeño de cuatro patas lo dejara seguir durmiendo cómodamente con la pelirroja.

— Claramente que ese lado que disfruta de molestarme desde temprano en la mañana, lo saco de ti Tasha, no tengo ninguna duda al respecto —él rio en cuanto sintió el golpe en su hombro, abriendo los brazos rendido y dejándola escapar de ellos, para que pudiese hacerle caso a Alexei.

— Parece que alguien estuvo practicando para ser comediante, vamos a ver que tanta gracia te hace esto... —el científico arrugo su rostro con confusión, sabiendo que algo estaba planeando su novia— ¡Ataca hijo, defiende el honor de tu madre!

— Espera, que estas... —las palabras de él murieron en un ataque de risa al sentir como una bola de pelos se subía en su pecho y comenzaba a lamerle la cara.

Obviamente la espía no iba a quedarse fuera de este ataque orquestado por ella, por lo que se subió encima de él, sentándose en su estómago con una pierna a cada uno de sus lados y teniendo las muñecas de él aprisionadas sobre su cabeza con sus manos.

— ¡Esto es trampa Nat! ¡Es totalmente injusto cuando son ustedes dos en contra de mí! —el pobre doctor hablaba como podía entre risas, estirando la cabeza lo más que podía hacia atrás para evitar que el peludito lo lamiera en el rostro.

— En la guerra y en el amor todo se vale Banner, y lamento decirte que esto es una mezcla de ambas cosas —la pelirroja su unió a sus risas, divertida por como el hombre debajo de su cuerpo se retorcía en un inútil intento de escapar del pequeño perro que parecía no cansarse de lamerlo.

Una Segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora