Esta Bien Pedir Ayuda a Veces

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— ¿Quieres hablar de esto? —las palabras salieron en un susurro de los labios de Natasha.

— Creo que... Aún no estoy listo —la respuesta del doctor fue aun en un tono mas bajo, no queriendo romper la calma que hacia tan poco se había instalado en el laboratorio.

Ambos permanecían sentados en el suelo, con la espalda apoyada aun en el mueble, mientras las manos de la pelirroja seguían dibujando círculos en las del doctor, trasmitiéndole tranquilidad.

— ¿Quieres que nos quedemos aquí o que vayamos a nuestra habitación?

Bruce frunció levemente el ceño, considerando ambas opciones, sintiendo que estaba tomando una decisión demasiado importante.

Tal vez en su estado actual todo se sentía como algo importante.

— Probablemente salir de aquí sería una buena opción —contestó el pelinegro luego de unos minutos de silencio, agradeciendo por lo que parecía la interminable paciencia de su novia.

— Lo que tu prefieras Bruce —él le apretó la mano en señal de agradecimiento ante la pequeña sonrisa que ella le daba.

Sabía que Natasha estaba dándole por su lado, dejándole saber que todas las decisiones las tomaría él y que tendría su apoyo sin importar nada, pero aun asi eso le daba calma a su atrofiada mente, tal vez solo porque aun a pesar de todo el desastre que era le estaban dejando saber que quien tenia el poder y la última decisión era nadie más que él.

Ella se levantó primero, alejándose unos centímetros del doctor para que no se sintiese abrumado por su presencia. El científico se tomó unos segundos para mover sus articulaciones antes de intentar levantarse, sonriendo casi imperceptiblemente en cuanto una mano entro en su campo de visión.

— Gracias —susurró agradecido luego que lograra ponerse de pie con la ayuda de la espía.

— Para eso estoy aquí —ella le sonrió mientras comenzaban a caminar uno al lado del otro hacia la puerta.

El camino hacia el elevador fue en un cómodo silencio, Natasha podría ser una de las agentes mas letales de la industria, y aun así podrías permanecer en una burbuja de tranquilidad con ella, derritiéndose bajo esa sonrisa que sabía que era solo para él.

En cuanto las puertas del elevador se cerraron frente a ellos, dejándolos atrapados solos adentro, Bruce se tensó levemente. Un poco intranquilo por las imágenes que aun tenia frescas en su mente culpa de su sesión de internet en el laboratorio.

Solo pudo relajarse en cuanto sintió una mano deslizarse en la suya, entrelazando sus dedos y trayéndolo de nuevo al presente. Un suspiro escapo de sus labios, dejando salir la tensión de su cuerpo poco a poco, la pelirroja lo conocía lo suficiente como para no necesitar hacer ninguna pregunta para saber que estaba pasando en su mente.

Algo tan normal y que usaba a diario, como el elevador, se convertía en un lugar peligroso si cambias a Bruce y pones a un gigante verde de tres metros que suele estar bastante enojado.

La cabeza de la espía se apoyó ligeramente en su hombro, quedándose allí por los segundos que quedaban de viaje hasta su piso. Ambos salieron del cubículo de metal apenas las puertas se abrieron, casi como si estuviesen huyendo de ahí.

Pero todo el peso que tenia el doctor sobre sus hombros desapareció, por lo menos por unos minutos, en cuanto abrió la puerta de su habitación.

Su mano soltó la de su novia para darle toda su atención a cierta bola de pelos que meneaba la cola y saltaba muy feliz de verlos. Bruce levanto al cachorro del suelo, riendo suavemente en cuanto el peludo comenzó a lamerlo sin piedad por todo su rostro.

Una Segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora