𝐊𝐚𝐩𝐢𝐭𝐞𝐥 𝟐: Imagen.

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En la quietud de la silenciosa habitación, los números en la báscula parpadean como un faro de juicio

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En la quietud de la silenciosa habitación, los números en la báscula parpadean como un faro de juicio. Cada gramo es un enemigo, cada kilo una batalla perdida. Las comidas son campos minados; cada bocado es un potencial paso en falso hacia la autocrítica. Los espejos son esquivos, reflejando más de lo que desea ver, menos de lo que anhela ser. Sus horas se consumen en rutinas de ejercicio extenuantes, donde el sudor es tanto de esfuerzo como de ansiedad. La balanza, ese altar de cifras, dicta su estado de ánimo diario. Un número menor es un día de victoria efímera; un número mayor, una espiral de reproches. Su vida social se desvanece, eclipsada por la magnitud de una sola meta. Los amigos se convierten en espectadores preocupados, la familia en un coro de voces alarmadas. Pero la obsesión es sorda a esos sonidos, solo escucha la llamada de una perfección inalcanzable. Con el tiempo, su cuerpo se debilita, pero la determinación no flaquea. Su obsesión con su peso se convierte en un compañero constante, un enemigo íntimo que susurra promesas de felicidad a un precio demasiado alto. Desde contar cuantas calorías comía al día, hasta tomar agua para calmar el hambre.

Luzu está obsesionado con su peso.

Eso era algo, lamentablemente, común en las personas que modelaban. Siempre se tenían que mantener delgadas, estéticamente bellas y refinadas. Pero, nada se comparaba a esas gratificantes miradas fijas, ya sea por su cara o cuerpo, siempre tenían los ojos puestos en él. Ser hermoso puede ser una experiencia profundamente maravillosa, especialmente en el contexto actual. La belleza, tiene el poder de cautivar y encantar. Él muy fácilmente se podía comparar con un amanecer que promete un nuevo comienzo, puede inspirar amor y devoción. Es como una melodía que resuena en el corazón, una obra de arte que se admira con lo ojos, igual qué un jardín floreciente, donde cada gesto y cada palabra son pétalos que se suman a un todo magnífico. Es un baile que se reconocen y se celebran mutuamente, una sinfonía de miradas y suspiros que componen la música del afecto. Para Luzu, la palabra bonito significa ser visto, entendido y apreciado en toda su esencia. Es un reflejo de luz que ilumina tanto al admirado como al admirador, un intercambio de energía que alimenta el espíritu y embellece la existencia de uno.

Claro, que sólo lo decía para convencerse de que su vida era más fácil porque tiene el privilegio de ser bello, y no por las acciones que lo encaminaron a la cima.

¿Como justificar lo que hizo? Sin embargo, ¿eso realmente importa? Se sentía tan bien esta bajo los resplandecientes pasillos de la moda, donde los destellos de las luces de neón se entrelazan con el susurro de la seda, y entonces, surge su figura como un torbellino de elegancia y misterio, se desenvuelve en un escenario donde cada paso es una coreografía, cada mirada un poema. Él es un modelo, un enigma envuelto en terciopelo. Su piel, como el lienzo de un artista, lleva las huellas de innumerables creaciones. Desde las pasarelas de París hasta los estudios fotográficos de Nueva York, su presencia es un imán para los flashes y los suspiros. Sus ojos, profundos como el océano, reflejan la promesa de un mundo más allá de las telas y los hilos. Cada día era un despertar y se sumerge en un ritual de belleza. Los rayos del sol acarician su rostro, delineando los ángulos perfectos que han conquistado a diseñadores y directores de arte. Ni que decir de su armario, un santuario de alta costura que es comparable a decir que alberga tesoros: trajes de noche bordados con hilos de plata, abrigos de piel y zapatos que pueden decir, desafían la gravedad.

Y finalmente, las pasarelas son su escenario sagrado, son como alfombras mágicas que lo elevan a la cúspide. Allí, bajo los focos ardientes, desfila con la gracia de un cisne negro. Cada paso es una declaración de intenciones: "Soy la belleza encarnada, soy un sueño tejido en seda". Las miradas de los espectadores se clavan en él, como si quisieran atrapar un pedazo de su esencia. Hasta qué estás terminan en las noches, sin embargo, ese oscuro pasaje es su refugio. O los salones de fiesta, rodeado de champán y risas, se convierte en el epítome de la moda. Las risas de los demás modelos, los murmullos de los fotógrafos y el tintineo de las copas crean una sinfonía de elegancia, donde es el director de esta ópera nocturna, moviéndose entre los invitados con la gracia de un felino.

Pero no todo es luz y aplausos. Las horas de espera, los vuelos interminables, los cambios de vestuario a la velocidad del pensamiento: todo forma parte del precio que paga por la belleza. Sus pies, calzados en zapatos casi imposibles de poner, llevan la carga de un mundo que exige perfección. A veces cansado, busca un oasis en medio del caos. Pero aún así, con su sonrisa hinoptica y mirada profunda, sigue danzando en el filo de la moda. Sus pasos son como los de un dios griego, dejan huellas en cada pisada y en los corazones de quienes lo contemplan. Su vida es una etiopía de luces y sombras, el reflejo de un mundo donde la belleza es eterna y el glamour, inmortal. Porque él sabía que dicha combinación era un arma mortal.

— Salimos en dos minutos — Aviso alguien del Staff mientras Luzu se posicionaba.

Y así dio inicio a caminar con su inigualable porte elegante como hipnótico. Mostrando un semblante serio, pero no de amargura. Si no uno seductor, con esas bellas piedras preciosas que tenía por ojos qué capturaban a más de uno y los envolvian en un estado de admiración. Ese atrayente como esbelto cuerpo que al dar paso tras paso hacia que no pudieran despegar su mirada al fijarse en como cada contorno se balanceaba de forma sutil, pero provocadora.

Luzu sonrió, si, su vida es perfecta.

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