𝐊𝐚𝐩𝐢𝐭𝐞𝐥 𝟑: Q Company.

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Quackity nunca estuvo interesado en la compañía que sus padres manejaban

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Quackity nunca estuvo interesado en la compañía que sus padres manejaban. Bueno, no tenía muchas opciones realmente, ya que le dejarían dicha empresa bajo sus manos. Así que solo le quedaba suspirar y aprender lo que le decían. Miró los papeles con desinterés, su padre estaba enseñándole como liderar y los objetivos del enorme edificio. Si bien ya entiende el tema, el adulto no dejaba de repetirle qué para seguir en el camino del éxito debía ser un buen líder. Pero hasta eso le estresaba, entre sus tareas, estaba inspirar y motivar a las personas que lo rodean, ayudándolas a alcanzar su máximo potencial. Un buen jefe destaca por su capacidad para influir positivamente en su equipo, proporcionar orientación y tomar decisiones efectivas.

Debe impulsar al equipo, asumir desafíos nuevos, pedir ayuda cuando la necesite y conectar los objetivos de su grupo con los de la empresa. Demostrar empatía con sus compañeros para crear un ambiente en el que se sienten a gusto y relajados. Enfocarse en el crecimiento y desarrollo de cada miembro. Cuando todos se sienten empoderados para dar lo mejor de sí mismos, la empresa puede crecer mucho más. Sin embargo, en lo que más fallaba Quackity, era en la comunicación efectiva, pues debe ser un hablador amable, pero honesto. La comunicación clara y abierta es esencial para el éxito de la división, ni que decir en la toma de decisiones, la visión estratégica, desde fomentar el pensamiento y alinear los esfuerzos de cada integrante con los objetivos generales o la confianza y respeto, él sabe que necesita generar una buena relación en su engrupación y respetarlos, es fundamental para lograr la cima junto al optimismo, pero el saber cómo abordar situaciones difíciles y mantener la calma es crucial.

En definitiva era demasiado tedioso para el azabache cumplir con todo eso.

— Recuerda que los líderes no nacen siéndolo, la mayoría desarrolla y perfecciona habilidades que cualquiera puede aprender, tu también puedes ser uno bueno — La voz alegre de su padre lo saco de sus pensamientos, vagamente, asintió.

No le importaba lo que sea que sus padres estuvieran haciendo, pero como mínimo, estaría al tanto de la situación. Era un día soleado, una vez más, salía del abismo de la mediocridad. Su mente, afilada como un diamante, concebía ideas que desafiaban las leyes del negocio, sus padres tejen los cimientos de su futuro imperio. Los pasos resonaban en los pasillos del rascacielos. Los empleados, marionetas en el juego de su progenitor, lo adoraban como a un dios moderno. Mientras esté firmaba contratos millonarios con una sonrisa arrogante. Los números bailaban a su alrededor, obedientes a la voluntad del jefe de todo ese monopolio.

Las portadas de las revistas llevaban a su familia a ser conocidos como lo mejor. "El Magnate Más Magnífico", decía la nota que alguna vez leyó, pero él solo disfrutaba de yates que flotaban en aguas cristalinas o los jets privados que surcaban los cielos cuando estaba aburrido. Se burlaba al ver la atenta mirada del resto de personas, al mismo tiempo que su padre compraba una isla solo para sus caprichos. Aunque no podía estar tan relajado, los envidiosos conspiraban en las sombras, pero eran invulnerables. Su ego, más grande que el Everest, los protegía. Sonrió mientras aplastaba a los ojos ajenos con una sola mirada. En su trono de oro, disfrutaba los placeres más costosos de la vida. La grandeza tenía su precio. Si bien las noches eran solitarias y su corazón, frío como el acero, prefiere mil veces estar con las bellas vistas. Bebía champán de una copa en su habitación completamente solo. Bueno, no le importaba estar así; después de todo, era el rey de su propio universo.

Porque si, Quackity era un maldito niño mimado que fue bendecido en todo aspecto.

— Tendrá una reunión en unas horas junto al CEO, no se le olvide arreglarse para la ocasión — Aviso de golpe el secretario antes de retirarse.

El ajeno solo bufo irritado. Odiaba los encuentros que le obligaban a tener, pero, tenía curiosidad ya que la nueva compañía en la que estaban por invertir, era una agencia de modelos. Lo reconoce. Tiene ganas de conocer a las caras bonitas que mantienen a flote la popularidad de la moda, incluyendo qué hay una probabilidad de que algún hermoso rostro acepté acostarse con él. Camino a su gran armario, mando a llamar a uno de los tantos sirvientes que estaban a su disposición. Si no fuera por ellos, no tendría ni la más mínima idea de que vestir, aunque el mismo sabía que era algo flojo, por no decir, inútil en hacer la cosas más básicas. Sonrió al ver el formal conjunto. Su mucama tenía un excelente gusto. Le agradeció y lentamente salió de su recamara para suspirar irritado, pedir a su chófer e ir a la ubicación que hace minutos le enviaron. Miraba su celular, perdido en la pantalla, investigando un poco de las personas que eran parte de la industria. Se sorprendió al ver grandes celebridades pertenecer a dicha marca, pero lo que más llamó su atención, fue el modelo número uno.

Luzu Games, la joven promesa de la moda, que en palabras que ha escuchado, es un ser bendecido por la mismísima afrodita. Como si fuera una estrella que brilla, despliega su elegancia. Su presencia es magnética, capturando la atención con una mirada que atraviesa el alma. La confianza que irradia es palpable, como un aura dorada que lo envuelve, una danza entre la masculinidad y la delicadeza. Con una postura que habla de un legado de realeza y un icono de estilo. La forma en que lleva su atuendo con una mezcla perfecta de rebeldía y refinamiento como si la ropa cobrará vida en él.

— Que belleza... — El azabache alzó su mirar al escuchar la voz de su chófer —. Piensa eso, ¿no?

El joven bufó, rodó ligeramente los ojos, pero dio un último vistazo a la imagen del modelo antes de apagar y guardar su celular con mala cara.

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𝗕𝗢𝗡𝗜𝗧𝗢 | LuckityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora