2. Hechizo

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Suguru Geto

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Suguru Geto


El trago me quema la garganta. Quiero arrugar la cara. Odio beber pero en este momento lo necesito y mucho.

—Tranquilo campeón, no quiero cargarte como saco de papas antes de medianoche.

Lo miro por encima del hombro y tiene esa sonrisa de burla que quisiera quitársela de un golpe. Satoru se acomoda más en el sillón y guarda silencio elevando sus manos a su boca simulando un cierre, sí, está mejor con la boca cerrada. En estos momentos quisiera que estuviera dopado, es más fácil lidiar con él cuando tiene el cerebro lleno de químicos. Pero cuando hay una fiesta, le encanta permanecer sobrio, le encanta recordar cada detalle con lucidez, le encanta burlarse de las penosas situaciones que se ven en cada rincón y ahora está muy entretenido conmigo.

El segundo trago me cuesta menos trabajo, el líquido pasa por mi garganta dejando un escozor familiar. Satoru me mira y une sus labios en una fina línea reteniendo lo que iba a decir cuando ve que ella está de regreso. Lleva un vestido verde limón, entallado y chillón, su cara se arruga con extrañeza por un momento cuando me ve con el vaso de ron en la mano pero no dice nada, eso es raro considerando que siempre tiene algo que decir. Parece que hoy es uno de esos días en los que se dedica a verse bonita y que la vean conmigo viéndose bonita.

Se sienta en mis piernas, con su muslo rozándome la entrepierna provocativamente. Su pelo platinado se mece cuando se acerca a mí y une su boca con la mía con posesividad. No la detengo. Dejo que ella marque el ritmo. Sus labios saben a durazno y su aroma a perfume Chanel me acaricia la nariz. Son esas las cosas que normalmente noto de ella y en lo único que pienso cuando me besa. Se separa y me mira con ojos cariñosos. Le sonrío y ella se muestra satisfecha.

—Hola, Mar— escucho la diversión en su voz. Satoru se inclina hacia adelante y la mira con una sonrisa que significa todo menos amistad.

Satoruuu, llegaste— dice ella con entusiasmo.

Dejo de escucharlos después que se saludan. Siempre terminan hablando de lo que pasa en el club en los fines de semana. No importa si ya lo hablaron antes. Nunca tienen otra cosa en común de la que puedan hablar sin silencios incómodos de por medio.

Marcelle me quita el vaso de ron de la mano y empieza a beberlo a pequeños sorbos. Muerdo el interior de mi mejilla y la observo en silencio. ¿No era que se había ido por algo de beber? ¿Por qué me quita mi trago?

Kento a mi lado me da una mirada de advertencia, una que dice: Cállate y no le digas nada que la haga llorar. Sí, Mar llora cada vez que escucha un "No" y para Kento más a que nadie es igual a una patada en los huevos.

Meddle About || Suguru GetoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora