1. Peligro

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Ander

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Ander



Escucho la voz del profesor Kado y por más que intento comprender cada una de sus palabras, los cables en mi cerebro hacen corto circuito y no logro conectar lo que estoy escuchando con mi estrategia de estudio: imaginar.

Hago el esfuerzo pero es inútil.

Me quedo en blanco.

En matemáticas uso manzanas para sumar, naranjas para restar, bananas para dividir y uvas para multiplicar, en historia me imagino a personajes de una serie de época y en geografía me imagino a los países como personas, con literatura no tengo mucho problema porque mi voz interna hace todo el trabajo por mí, pero en Economía...

¿Cómo imagino un análisis de estados financieros? ¿Cómo imagino la bolsa de valores y su dinámica igual a mi estado mental?

Qué puto dolor de cabeza.

Itadori parece llevarlo mejor que yo, lo miro relajado, sosteniendo el bolígrafo suavemente mientras juega con él haciendo que ruede entre sus dedos. Me quedo embobada viendo los trucos que hace hasta que empieza a escribir lo que está explicando el profesor.

Sé que debería hacer lo mismo pero perdí mi cabeza desde antes que empezara la clase, justamente cuando él seguía parado en la puerta, mirándome.

Con esos ojos filosos y traviesos.

Itadori no pasó por alto nuestro cruce de miradas y como si fueran amigos de toda la vida, le tendió la mano para saludarlo. Me miraba de reojo para analizar mi reacción.

Muchas veces nos habíamos topado con ese pelinegro y su amigo —que está sentado a mi lado babeando sobre el pupitre—, y en ninguna ocasión se habían saludado o siquiera habían compartido una mirada pese a que son miembros de la misma hermandad.

Lo vi curvar sus labios cuando Itadori le saludó, una sonrisa que poco a poco decayó y desapareció. Su seriedad es más tosca que la de Megumi y su presencia es más sobria y frívola de lo que parecía a lo lejos. Toda esa aura misteriosa se intensificó cuando sus ojos regresaron a los míos.

Su mirada me recorrió de pies a cabeza sin disimulo. Detalló cada parte de mí y yo solo podía concentrarme en estaba contener las ganas de lanzarme y comerle la boca cuando lo vi relamerse los labios, pero la expresión de burla que de la nada adornó su rostro se sintió como un balde de agua fría para mi pobre corazón tibio y enloquecido.

Toda mi lujuria se convirtió en asco.

Si estaba esperando a su amigo, me alegró haberle arruinado el plan porque luego de que se riera en mi cara, me ignoró, caminó por el pasillo y desapareció. Unos segundos después apareció Satoru con una boba sonrisa iluminando la cara de zombie por el desvelo y la «buena vida» que lleva. Buscó a su amigo y cuando no lo vio, se encogió de hombros y se sentó en el mismo lugar de siempre.

Meddle About || Suguru GetoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora