7. Reglas

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Ander

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Ander





Bajo su mirada, estoy ardiendo en llamas. No sé cómo explicar la sensación tan abrasadora que me recorre desde la boca del estómago hasta los muslos. Los labios me pican ante la necesidad de besarlo otra vez o muchas otras veces, hasta el hartazgo.

Reprime una sonrisa aunque no logro distinguir lo que quiere expresar a través de ella. Lo que sí sé, es que él está muchísimo menos satisfecho que yo.

Me mira con una mezcla de desesperación y lujuria.

Su mano, que colgaba decaída desde que me alejé y ya no puede aferrarse a mi trasero, lentamente se posa sobre su entrepierna, sus dedos, largos y esculpidos, se aferran al eje que se marca sobre su pantalón. Sus ojos buscan los míos, como si quisiera asegurarse de que soy consciente su estado. Cuando se asegura que me tiene cautiva, intenta acomodar su miembro, como si quisiera esconderlo o sacarlo, o decirme indirectamente que resuelva su situación.

Hago un pequeño puchero en forma de burla. Él frunce el ceño antes de echar la cabeza hacia atrás, soltando un bufido que reverbera en el aire. Su postura cambia, se tensa, los músculos de sus hombros se contraen antes de abandonar la rigidez dentro de su ropa interior y llevarse las manos a la nuca.

Debe ser incómodo, quizás podría ponerme de rodillas y ayudarlo.

Me relamo los labios y quito la vista de su cuerpo para verlo a los ojos. Su mirada sugerente es como una cuerda invisible que me arrastra hacia él con insistencia, y me resulta más tentadora que sus labios inflamados por el beso que acabo de darle.

Doy otro paso hacia atrás, tratando de tomar aire, de recuperar algo de compostura. Aunque no parezca, no estoy borracha. Estoy en mis cinco sentidos, claro, exceptuando el mareo delicioso que me provocaron los primeros tragos de vodka durante el juego.

Un chico lindo, un trago.

Esta noche parecía de lo más prometedora desde que me senté en las gradas y obtuve un par de miradas curiosas de parte de algunos de mis objetivos —hombres guapos de Uzumaki—, pero ahora, teniéndolo a él frente a mí, con su perfume caro acariciándome la nariz y con una erección queriendo salir a saludar, me doy cuenta que simplemente la saqué del estadio.

Y ojalá también logre sacarla de sus pantalones.

Puedo apostar que ahora mismo, estoy viéndolo como una pervertida. Intento hacerme la seria y lo nota. Él levanta una ceja, suelta una risa ronca, baja, casi gutural. Ese sonido me recorre la piel como un latigazo. Niega con la cabeza, y lo siguiente que hace me deja sin aliento. Su mano, firme, se cierra sobre mi antebrazo cuando se inclina hacia delante para atraparme. El calor de su toque me quema la piel, y me jala hasta que quedo justo en medio de sus piernas. Sintiéndolo todo. Un calor húmedo me sube por la espalda, y mi pecho se aprieta con la misma mezcla de deseo y desesperación que noto en su rostro.

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⏰ Última actualización: Oct 11 ⏰

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