6. Anzuelo

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Suguru Geto

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Suguru Geto










Un par de semanas fueron suficientes para que la bomba estallara. Fue menos tiempo del que esperaba. Creí que Marcelle tardaría, al menos, un par de meses en asimilarlo. Me equivoqué. Aún así, fue espera suficiente para tener una preparación mental óptima para la charla con la personificación del capricho: mi madre.

Estoy ileso, a duras penas.

Primero, estuve hecho un bloque de hielo cuando Marcelle, su hermano y su padre se aparecieron en la puerta de la casa de mis padres. Se les notaba la incomodidad a leguas.

Dar mi versión del porqué Marcelle decidió cancelar el compromiso fue como ver a un recién nacido intentar caminar parado de manos en una jaula de leones. Inaudito.

Mi madre no creyó mis palabras, pero sí las de Mar. Ambos dijimos lo mismo.

Marcelle se mostró tan seria y segura con la decisión de cancelar todo, que su padre: el alcahuete y presidente del club de fanáticos de su hija, movió cielo, mar y tierra para cumplir su petición: romper todo lazo conmigo.

Marcelle explicó pacientemente que se sentía acorralada, aprisionada, que necesitaba tiempo para ella y que estar tanto tiempo conmigo la había hecho olvidar quién era y qué quería, y lo que menos quería ahora mismo era casarse y compartir toda una vida con alguien que no estaba segura si amaba. O sea, aplicó la típica excusa de: "No eres tú, soy yo."

Su actuación me sorprendió. Hasta yo le creí.

Como sea, yo estaba más que seguro que todo el asunto se haría más grande cuando diéramos la noticia. Pensé que lloverían lanzas de fuego del cielo. Y no digo que no hubo problemas, mi padre quería a fuerzas una boda con los Farré. Su anhelo era tan grande que juro que estuvo a punto de divorciarse de mi madre para casarse él mismo con Mikhail, con Roberto, el hermano de Mar, o con cualquier persona que llevara el apellido de sus socios.  Se agarró de la excusa del futuro de la Conseil, su firma, me culpó por adelantado, se tranquilizó cuando los Farré decidieron no tomar las cosas de forma personal.

Al ser Marcelle y Mikhail, su gran amigo de toda la vida, quienes decidieron soltar mis cadenas, nadie pudo hacer nada más.

Gracias a Dios, todos dejaron el tema de lado y decidieron satisfacer a la dulce y mimada Marcelle Farré.

Soy libre. Soltero. Sin compromiso.

Mi madre no tiene boda que planear y mi padre no tiene otra correa para sostenerme.

Muy fácil, ¿verdad?

Pues si, no pude cantar victoria. Ese mismo día. Me convocó a su cueva.

No hay nadie que se atreva a decirle un «pero» a sus peticiones, ni siquiera mi padre que es adicto a la sensación del control y del poder; mi madre es inmune, intocable, sus palabras son ordenes y nosotros sumisos. Soy su único hijo, pero a veces actúa como si soy el producto de una noche loca en Bangkok y se quedó conmigo porque sí.

Meddle About || Suguru GetoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora