Prólogo

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Bufó exasperada y se dejó caer en el asiento, cruzándose de piernas mientras dejaba que su mochila de cuero colgara del respaldar del asiento

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Bufó exasperada y se dejó caer en el asiento, cruzándose de piernas mientras dejaba que su mochila de cuero colgara del respaldar del asiento.

Su pecho subía y bajaba con rapidez en busca de aire. Se pasó el antebrazo por la frente para deshacerse de las perlas de sudor que empezaban a formarse por el esfuerzo físico.

Suspiró sonora.

—Qué manera de empezar el día— susurró para sí misma.

Se acomodó en la silla y esperó pacientemente.

Sus ojos viajaron a cada una de las cabelleras que podía observar desde su lugar al fondo del salón de clase. Refunfuñó sin disimulo cuando la paciencia que le sobraba finalmente se extinguió, su gesto recayó en una mueca juiciosa y de pocos amigos, aunque no era aquella su intención.

Cuando dejó de quejarse por levantarse demasiado temprano, y aún así perder el autobús, y por su estómago gruñendo como león arisco, se dio cuenta que casi todos parecían estar igual de molestos y malhumorados que ella.

Labios carnosos se elevaron con burla al recordar el percance de la mañana, y por primera vez en la semana —y el mes—, se relajó.

La mayoría de sus compañeros en la clase de Economía eran estudiantes de nuevo ingreso, como ella. Era obvio que las clases no eran de su disfrute, pero podía apostar a que la mayoría sobrevivían por la idea de embriagarse hasta perder el conocimiento en las fiestas de las hermandades o follar hasta con los profesores si se les daba la oportunidad; cosas que en la preparatoria no eran más que fantasías que imaginaban después de ver películas de comedias universitarias de los 2000's y ahora podrían ser una realidad.

Eso le causó un pinchazo de emoción. Quizás no sería tan aburrido como ella creía.

¿Burlarse del ridículo que hacen los nuevos? Ese sería su pasatiempo favorito.

Tamborileó sus dedos sobre la mesa y dio una mirada fugaz a su móvil. Pasó por tanto para nada, el profesor estaba retrasado.

Por el rabillo del ojo miró una sombra avanzando con lentitud, elevó el mentón y sus ojos se toparon con el chico del pupitre de al lado, apenas manteniéndose de pie con el cabello platinado revuelto apuntando a todas direcciones y unos lentes de sol que cubrían la travesura que acababa de cometer en el baño de hombres.

Satoru fingió una sonrisa cuando se percató de la admiradora, pero estaba muy drogado como para decir algo inteligente para impresionarla.

Ella arrugó la nariz reconociendo aquel aroma que desprendía y esbozó una sonrisa traviesa.

Tal vez ella también necesitaba uno de esos métodos de relajación.

Ambos parecían tener ganas de estar en cama, enredados entre la tibieza de las sábanas y dormir para recompensar las horas de sueño que habían perdido al despertar tan temprano. Joder, que estaban pasándola igual de mal.

Torció la boca y reposó la barbilla sobre sus brazos flexionados apoyando sus codos en el pupitre, ¿era normal que los profesores tardaran tanto?

Justo cuando estaba decidida a echarse a dormir como su vecino, sintió el peso de una presencia embriagadora desde el otro extremo del salón, en la puerta. Él entró con confianza y una sonrisa socarrona al observar el malhumor presente entre los estudiantes de primer año.

¿Satoru repitiendo Economía I, de nuevo? No le sorprendía.

Buscó con la mirada a su mejor amigo, era imposible perderlo. Se acercó a ritmo lento y rebuscó entre el bolsillo de su pantalón negro el móvil que el cabeza hueca de su amigo olvidó en el lugar al que fueron a fumar hacía buen rato.

—Lo tienes desbloqueado y eres un pervertido de primera, en las manos equivocadas significaría tu expulsión o funeral— lo estampó en el pupitre del peliblanco, quien simplemente dejó salir una risa ronca y se removió levemente para seguir durmiendo.

Fugaz. Tan rápido como una águila en descenso con los ojos clavados en su presa.

Sus miradas se encontraron por menos de un segundo, pero eso fue más que suficiente para que la mente de ambos empezara a trabajar, ideando metas y planes egoístas.

Él, ahí. Como un imán, un polo atrayente de atención que por primera vez se sintió atraído por algo o alguien...

Un fenómeno inusual porque Ander era un polo igual de negativo, y como la física lo dicta...

Se tienen que repeler.

Se tienen que repeler

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Meddle About || Suguru GetoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora