5. Perdedores

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Ander

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Ander





Pongo las cartas en la mesa y me arrellano contra la silla.

Perdí.

Suguru y yo compartimos una mirada larga. Esboza una media sonrisa y mira al ganador.

Perdimos.

Aún no puedo creerlo.

He jugado toda la tarde con él y no ha ganado una sola partida, y claro, tiene que ganar justo ahora que el hombre más guapo que he visto en mi vida está sentado a mi lado, jugando en esta mesa, mirando mi reacción al perder.

Maldito seas, Satoru Gojo.

Me quedo en silencio, paso mis ojos por las fichas desordenadas a un lado, alejadas y abandonada, como si perdieran su valor; no las usamos. Nos fuimos a lo clásico: apostamos billetes, reales y contables. Hay varios sobre la mesa, rectos y casi nuevos, parecen recién sacados de la impresora esa con la que hacen los billetes. El mío está arrugado y manchado de tinta, estuvo en mi bolso antes de estar en la funda de mi móvil. El pobre parece haber pasado por las manos de toda población del país.

Satoru saca su móvil y le saca una foto a las cartas con las que nos acaba de patear el trasero: el as y la reina de corazones. En la mesa tiene un rey, un joker y un diez de corazones. Una maldita escalera real. De corazones.

No es que sea mala perdedora, pero joder que se siente como si me ha dado un puñetazo en las tetas, tal cual. Doloroso, incómodo y algo vergonzoso.

—Relaja la raja, mi querida Andi— me dice. Entonces me doy cuenta que mis expresiones dicen más de mí que mis palabras. Me mira con sus ojos azules brillando por la alegría y alarga su brazo hasta tomar la pata de mi silla que le queda más cerca, siento que voy a caer al suelo y muevo las manos con temor buscando algo de lo que sostenerme cuando la arrastra para acercarme a él. Me pasa un brazo por los hombros hasta que estoy comprimida en su torso, descansa su mejilla en mi cabeza y continúa—: Creí que éramos amigos, alégrate por mí.

Me alegro, Satoru. Lo juro. Es solo que yo no tuve ni la mano más baja que existe en el póquer. Tuve cartas y más cartas, que me han servido en muchas ocasiones, pero ahora no han sido más que un pedazo de papel —o plástico de muy alta calidad— con colores bonitos y llamativos.

He fracasado, si mi padre viera mi mano, es capaz de quitarme el apellido y darme en adopción. Sé que no es posible pero es algo que sin dudas intentaría.

—Sí, felicidades— intento sonar simpática pero mi intención queda enterrada cuando quito su brazo y me aparto marcando una distancia prudente entre ambos. Me quedo quieta, inmóvil. Lo miro de reojo y suelto una risa incómoda para demostrar que no estoy molesta.

Él se acerca de nuevo y me mira fijamente.

—Un beso de felicitación es más significativo.

Meddle About || Suguru GetoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora