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Omnisciente

El corazón de Richie Tozier dio un vuelco al ver como Jane abrazaba a Bill.

Jane

— ¿No fuiste con tu padre a ese pueblo? —Eddie me preguntó mientras manejaba su propia bici.

— No, mi tía se enfermó y no quiso contagiarnos.

Después de eso Eddie me dio un largo monólogo sobre como mi padre es un buen padre que se preocupa por sus hijos.

— Agradece que no tengo polla —le susurré a Bill en su oído al sentir su cinturón.

Él se atragantó y comenzó a toser provocando una fuerte carcajada de mi parte.

— ¡Es broma! Es solo que cuando miré a Richie pensé en un gay y la pequeña posibilidad de que yo fuera hombre estando así contigo.

Bill se quedó en silencio unos segundos hasta que soltó una risotada, nunca lo había escuchado reír. Sonreí.

Eddie y Stan comenzaron a discutir al cabo de unos minutos. El pecoso quería saber más acerca del llamado de Beverly.

Llegamos a un edificio al lado de un puente seco.

Beverly bajó corriendo las escaleras y se acercó a nosotros.

— Llegaron. Ti-ienen que ver algo —su voz era firme, pero temblaba.

— ¿Qué cosa?

— ¿Más de lo que vimos en la cantera?

— ¡Cállate! ¡cállate, Richie!

— Papá me matará si se entera que los metí al apartamento.

— Alguien se quedará a vigilar. Richie, q-quédate aquí —ordenó Bill.

— ¡Wo, wo, wo! ¿y si llega su papá?

— ¡Habla hasta por los codos!

— Te gusta hacer eso —agregué.

— Al menos quédate conmigo.

Frené al escuchar eso último, lo dijo tan bajo que pensé que no haber escuchado. Recordé el ese sentimiento: quedarte completamente solo. Regresé con él y pude ver una leve sonrisa en sus labios.

— Bien, me quedaré contigo, bocazas.

Los dos nos sentamos en las escaleras. Tomé una pequeña rama y comencé a trazar círculos invisibles.

— ¿Por qué hasta ahora comenzaste a hablarnos?

— No lo sé —me encogí de hombros—, quizás nunca me atreví a hablarles.

— ¿Por qué? Digo, eres tú Janette Crawford, la chica más bonita de la secundaria de Derry.

Mis mejillas se calentaron, siempre me consideré común.

— ¿En serio crees eso?

— Claro, ¿por qué piensas que Hockstetter te coquetea?

— Él no—

— Vamos, Jane, tienes varios pretendientes detrás de ti ¿cómo no te das cuenta?

— ¿Cómo sabes todo eso? —entrecerré los ojos mirándolo por primera vez.

— Y-yo soy bueno observando.

Reí mientras negaba con la cabeza.

— ¿A caso te gusto, Tozier?

Me fui acercando lentamente a su cara.

— Tal vez.

Sonreí, cuando estaba a escasos centímetros de su cara tomé sus lentes.

Me alejé de él mientras me los colocaba, todo estaba tan borroso.

— Eres como un castor.

— ¿Un castor?

— Los dos son igual de ciegos.

Me quité sus lentes y con cuidado se los coloqué a Richie por encima del pelo. Fui tan cuidadosa que ni si quiera lo toqué. Al terminar dejé unas palmaditas en su mejilla.

Eddie y Stan bajaron causando que nos separemos. Fuimos con ellos.

— ¿Qué pasó? —pregunté al ver los guantes en sus manos.

(...)

— No me encanta ser su portero privado. ¿Qué no se podían tardar más?

— Oh, cierra la boca, Richie. No fue tanto tiempo.

— Cállate, Richie —Stan me siguió.

— Sí, ya cállate.

— Ah, bueno, sigan callándome. Entiendo; yo no fui el que limpió el baño imaginando que pasó por la vagina de Eddie en Halloween.

— Y-yo también vi algo.

— ¿Viste sangre?

— Sangre no. Yo vi a G-G-Georgie.

Sentí una repentina y breve sensación de frío que recorría mi cuerpo al escuchar a Bill hablando de su hermano estando yo presente.

— Se veía muy real. De verdad, era tan parecido, pero con ese—

— Payaso. Yo también lo vi.

Bill miró a todos esperando una respuesta.

— ¿Solo los vírgenes ven esa cosa? ¿por eso no lo he encontrado?

Se escucharon unos gritos desde los árboles.

— Rayos, es el auto de Belch Huggins.

— Tenemos que irnos de aquí.

— Sí.

— ¿No es del niño que estudia en su casa? —Bill señaló la bicicleta tirada en el pasto.

Hasta él tiene una bicicleta...

— Sí, es la bici de Mike.

— ¿Lo ayudamos?

— ¿En serio?

— Sí.

Todos corrieron hacia los gritos, yo me quedé ahí. No quería encontrarme con ellos, me iban a ver con los perdedores. Tenía miedo que dijeran algo sobre las cosas que me arrepiento, sé que soy una verdadera cobarde.

Debía de encontrar rápido una excusa al no ir a seguirlos.

Vi las bicicletas tiradas en la calzada, tomé una de estas y las moví hacia la acera.

Así poco a poco moví las de los seis, esperaba haber hecho tiempo. Miré la bici de Mike e igual aproveché para arrastrarla.

Al terminar, me acerqué hacia donde habían ido todos. Me detuve a ver que venían en hilera.

— ¡Jane! ¿Dónde te habías metido?

Eddie preguntó mientras regresaban a la calle.

— Vi que un carro venía e iba a aplastar sus bicicletas.

— Oh, no debiste molestarte —Ben me sonrió causando que sus ojos se achicaran por sus grandes mejillas.

Bev pasó cerca de mí y me dejó unos golpecitos en mi hombro en forma de agradecimiento.

Sentí como mi estómago quemaba por causa de la mentira, pero lo ignoré.

A. 

Dear God ─── It [Eso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora