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Cuando llegamos, Bill estaba en la puerta, a punto de entrar.

— ¡Bill! —gritó Beverly—. Bill, no puedes entrar, es una locura.

Bajamos de las bicicletas y nos acercamos a él.

— Les dije que no tenían que venir conmigo —nos dijo con soslayo—. Pero ¿qué pasará cuando otro Georgie desaparezca? ¿U otra Betty, u otro Edward Corcoran o uno de nosotros? ¿Van a fingir que no pasa nada como todos los demás en Derry?

, pensé.

— Porque yo no —hizo una pausa—. Cuando vuelvo yo solo veo que Georgie no está ahí, su ropa, sus juguetes, sus animales de peluche; pero él no está.... Así que, entrar a esta casa, para mí es más fácil que ir a la mía.

— Wow.

—¿Qué?

— No tartamudeó.

La mayoría comenzó a caminar, me quedé en mi lugar.

— ¡Esperen! —nos detuvo Stan—. A-ah, ¿no creen que debería vigilar alguien? Solamente en caso de que algo malo pase —miró a todos lados, esperando que alguien estuviera de acuerdo con él.

— Tiene razón, solamente en caso de que algo malo pase —dije.

— ¿Quién q-q-quiere quedarse afuera?

Todos levantamos el brazo, menos Beverly. Nos miramos y lentamente lo bajamos apenados.

Cortamos una rama y las más cortas eran los que iban a entrar. A regañadientes entraron Eddie y Richie, obviamente con Bill.

(...)

El silencio era abrumador, Beverly caminaba en círculos nerviosa y Ben trataba de tranquilizarla.

Atrapé a Mike viéndome, suspiré y me acerqué a él.

— Hola.

— ...

— Yo quiero disculparme contigo, Mike —él me miró­—. Ese día, en el que lastimaron, yo traté de salir de auto, pero ellos me encerraron, o bueno, Henry. Cuando subieron al auto y arrancaron te miré por última vez, les rogué para que me dejaran en mi casa. Al entrar, lo primero que hice fue llamar a urgencias; quise salir a buscarte, pero mi madre no me dejó. Me enteré que estuviste inconsciente debido a los golpes por dos días, fui a verte al hospital y te dejé unas flores, me disculpe mil veces con tu tío y compré dos kilos de carne para tratar de ayudarles de alguna forma. Cuando supe que ya habías despertado quise ir a verte, pero la vergüenza me ganaba. De verdad, me arrepiento mucho por no haber hecho nada en ese momento.

Miré al suelo, si íbamos a enfrentarnos con un payaso gigante era mejor tener la conciencia un poco limpia por si me pasaba algo.

— Pero sí hiciste algo, me ayudaste como pudiste —él me sonrió—. Yo también tengo que disculparme contigo por como te he tratado.

— ¿Amigos?

— Amigos.

Los dos sonreímos y nos dimos un corto abrazo.

— Tengo que ir a verlos —Beverly se veía desesperada.

Vi que iba a entrar por enfrente, me levanté rápidamente y la detuve.

— Espera, mejor ve por la puerta de atrás.

Ella asintió y fue para allá. Todos la seguimos, al entrar lo primero que vi fue como Beverly le clavaba un tubo de metal al payaso, su sangre parecía estar absorta a la gravedad ya que flotaba; era de un rojo oscuro.

Dear God ─── It [Eso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora