Han pasado unos días desde que el ojiazul se ha trasladado hacia la cabaña sur, que siendo más grande tiene espacio para poder albergar a algunos de sus amigos de la naturaleza. Los días han sido muy calmos pues los ancianos no han hecho aparición desde la llegada de los niños a Lakewood, y en definitiva era un momento para tomar de reflexión e intentar meditar con el propósito de trabajar su mente así como lo hacía con su cuerpo. Entre algunos cambios que había realizado era el de incluir más pescado en su dieta, para ello iba diario por la mañana o por el ocaso hacia el lago y poniendo su caña de pescar se pasaba horas contemplando su alrededor, el follaje, la humedad, todo se prestaba para tener constantes exhalaciones de admiración de tal bello paisaje.
Y durante esos días el muchacho recorría parte del bosque, pues le encantaba admirar los portales que habían diseñado sus jóvenes sobrinos, aun con la mocedad en sus vidas eran lo suficientemente independientes para saber sus pasiones y plasmarlas en lo que representa cada portal, era un gran regalo del "tío abuelo" para con sus pequeños y esa clase de regalos eran cosa extraordinaria en el legendario patriarca. Si bien Albert daba libertades de regencia a la tía Elroy al final los documentos legales eran autorizados por la "rúbrica" del enigmático caballero además del sello del patriarca del clan que poseían Albert y la tía Elroy, de modo que los portales aumentaban la plusvalía y suntuosidad del clan con dichos portales opulentos como regalo de cumpleaños del año pasado.
Entre pensar en qué regarle a cada joven en su cumpleaños, y que de verdad fuera un obsequio otorgado por él, estaba el regalar un motor de coche para que Stear pudiera trabajar en él y hacerlo funcionar, pues unas semanas previas, se había hundido el anterior coche en el lago y era inservible, además de que Albert sabía que en unos días sería el cumpleaños del quinceañero y deseaba que este recordara el evento como uno de los mejores, además de hacerle saber que el patriarca estaba pendiente de él y que le quería; sabiendo que haría buen uso de su talento y permitiéndole poder desplazarse a donde quisiese con la libertad que él deseaba tener a la edad del jovencillo y de paso irle abriendo camino a sus primos menores para comenzar su independencia.
Así que Albert, con el ahorro que hizo tras trabajar en la veterinaria, fue a las afueras del pueblo hacia el único taller mecánico que había en el sitio para pedirle al viejo Clyde que le vendiera el motor de combustión interna seminuevo que tenía guardado desde hacía algún tiempo. El trato fue relativamente rápido, y el dinero no era problema pues Albert también contaba con bonos de ahorro y dinero en la banca que heredó directamente del tío Graham, el cual le entregó en esa última noche de acampado, de modo que llevando un diablito pudo mover con más facilidad el motor desde la entrada hacia la ciudad, a donde se dirigía para poder comprar algunas cosas de las que carecía en la cabaña entre ellos de especias, aceite y otros insumos del hogar.
Luego al estar unos minutos en la taberna del pueblo se dio cuenta que los caporales de origen hispano de la finca vecina explicaban las condiciones en las que estaba el país vecino del sur, las cuales se encontraban críticas y que tenían retenidas a personas procedentes del reino de Corea además que el país se encontraba en un importante período de sequía y por tal en un estado de emergencia. Lo anterior hizo desesperar a Albert que de un solo sorbo se tragó su bebida y se retiró del sitio con el corazón en un hilo; por lo que acudió a la oficina de correos donde luego de preguntar si tenía una carta, y obtener negativa respuesta, decidió mandar una nueva emisiva esperando tener respuesta de Doney y haciendo una plegaria intentó, mientras, enfocarse en otros asuntos.
Posteriormente, acudió a la casona para poder ver si era posible entregarle el regalo a Georges y este a su vez se lo hiciera llegar al jovencillo el día en que se hiciera la celebración por su cumpleaños, y tal fue que Georges de buena gana obedeció la orden. Así como regalo adelantado Georges hizo llegar el obsequio a Stear que no dejaba de brincar de alegría, y así comenzaría el joven a trabajar en su nuevo proyecto; los otros dos muchachos estaban contestos porque sabiendo que Alistair había obtenido ese gran presente, el día de sus cumpleaños o cercano a este, esperaban tener regalos personalizados del patriarca. Por otro lado, en el semblante de Georges se veía un pequeño destello de preocupación, por lo que habló con Albert.
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El príncipe de la colina: Crónicas de Sir William Albert Ardlay (tomo 3)
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