Natalan

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Eran muy buenos amigos a tal punto que las pijamadas en la casa del otro eran algo rutinario, incluso compartir cama era algo normal para ellos, se conocían desde niños y no veían lo incomodo en ello.

Aunque Natalan comenzó a cambiar su forma al percibir a su mejor amigo. Lo comenzaba a ver con otros ojos y eso le causaba un gran miedo, miedo al pensar en que diría Aquino si se enterara que sentía algo más allá de la amistad.

Ese día era una de sus tantas pijamadas donde verían películas y comerían todo tipo y cantidades de comida hasta caer rendidos en un profundo sueño. El azabache acomodaba unas cuantas cosas para que todo saliera perfecto y se viera en un orden presentable.

Se puso su pijama y espero pacientemente la llegada del castaño que no tardó más de veinte minutos en tocar la puerta de entrada, Natalan se levantó nervioso y fue directo a abrir la puerta.

—Hola Nat, ¿Ya sabes qué películas vamos a ver?— le cuestiono mientras pasaba con total confianza dentro de la casa, dejando las golosinas que traía en la isla de la cocina.

—Pues vamos a a ver unas de terror que me encontré por ahí.— le restó importancia al mismo tiempo que se sentó en el sofá, siendo imitado por Aquino que se sentó a su lado mientras se cobijaba con una de las tantas cobijas que había regadas por el sofá.—Nada más no vayas a gritar como la otra vez, que los vecinos me estaban reclamando por no controlar los gritos de mi "novia".— hizo comillas en la última palabra escuchando las ruidosas carcajadas de Aquino que se acosto por completo en el sofá.

—Pon la película ya webon, que no vine para que me reclamaras por los malpensados de los vecinos.— dijo su frase con gracia mientras se acurrucaba mejor, era invierno y ni siquiera las cinco cobijas que tenía encima le podían quitar el frío.

—Cállate pendejete.— puso la película cruzándose de brazos y acomodándose mejor.

El tiempo pasaba y el aburrimiento los abrumaba, Aquino había terminado sentado completamente en el sofá, entrecerrando sus ojos cansado, ya era noche y ambos estaban cansados, el castaño no pudo evitar quedarse dormido en el hombro de su mejor amigo quien al sentir un ligero peso sobre su hombro volteó encontrándose con una maraña de cabellos castaños, sintiéndose nervioso y haciéndose cada vez más pequeño por los nervios de la situación.

Aquino de vez en cuando se deslizaba, su cabeza no encontraba el apoyo necesario como para acomodarse. Natalan trago duro y lo tomó por los hombros, recostándolo sobre su regazo y sintiendo un calor intenso recorrerle el cuerpo, sacudió su cabeza en repetidas ocasiones al sentirse abrumado, al sentirse excitado.

—Agh, puta madre.— ocultó su rostro entre sus manos, sintiendo el calor abrumador en sus mejillas, destapando su cara y por instinto paseó sus manos sobre el cabello de Aquino que se removía incómodo entre sueños al sentir un toque gélido. La sonrisa de Natalan se hizo notable, comenzando a pasear sus manos desde el cabello hasta el torso, moldeando la figura del castaño que se hacía bolita por el frío. 

—¿Por qué me siento así, Aquino? Quiero tocarte...— paseo sus dedos hasta el cuello del ojimiel,  haciendo círculos e intentando mantenerse a raya.—¿Acaso me hechizaste? Siento chispas en mi corazón.— le hablaba al joven dormido aún tocando la piel desnuda que se asomaba sobre el pijama, sintiéndose enfermo aunque deseando más.—Solo quiero saberlo, ¿Qué me hizo terminar queriéndote de esta manera?— 

Dejó de controlarse, paseando sus manos dentro de la ropa de su compañero que jadeo aún entre sueños, Natalan mordió su labio con fuerza, jugueteando con el abdomen del más bajo que no paraba de moverse por la nueva sensación. Subió más hasta llegar a sus pezones, comenzando a jugar con ellos, a tirar de ellos. Aquino gimió aún dormido y Natalan no pudo controlarse más.

Recostó el cuerpo sobre el sofá, poniéndose encima de su acompañante dormido y besando su cuello, lamiéndolo y succionando la piel blanquecina que se enrojecía con cada uno de los besos húmedos dejados por el más alto. Levantó la camiseta del castaño, dando besos húmedos hasta llegar nuevamente a los pezones, los cuales lamió con intenciones de hacerlo gemir nuevamente.

—¿N-Nat?— lo llamó aún con los ojos cerrados aunque comenzando a despertar.—¿Qué haces?— le cuestiono, soltando sonidos obscenos al sentir como el más alto no dejaba de estimularlo.—Ngh, Natalan...— ese fue otro detonante que orilló al de ojos azules a seguir cometiendo su fechoría, sin importarle que su mejor amigo ahora se encontraba despierto.

Seguía atendiendo los pezones del más bajo que se dedicaba a soltar gemidos entre cortados. Natalan tomó las piernas del castaño desde sus muslos, colocándolas sobre sus hombros para darse más accesibilidad, lo atrajo más hacia el, pegándolo contra su cuerpo, tomándolo de la cintura, acariciando su cuerpo con total deseo.

—Carajo, Aquino, me estás volviendo loco.— al terminar, lo beso, un beso apasionado y caliente que Aquino no pudo negarse a devolverle.—No puedo detenerme, perdóname.—

—Y yo no quiero que lo hagas.— se sincero, volviendo a besarlo y tocando el pecho del más alto que comenzó a desvestirlo por completo, deleitándose al ver la piel desnuda bajo la ropa, viendo con excitación el cuerpo esbelto que escondía debajo de aquellas ropas holgadas.

Natalan también se terminó de desvestir, posicionándose mejor entre las piernas de Aquino que ya completamente entregado al deseo le habló.

—Por favor...solo hazlo.— le pidió o más bien le exigió. Natalan no era idiota, sabía cuanto le podía doler a su queridísimo "amigo" si aquello no se hacía con una preparación adecuada, así que al enseñarle tres dedos, Aquino gruñó.—Solo házmelo de una maldita vez...— y Natalan no desobedeció, arremetiendo contra el cuerpo debajo de él que soltó un grito cargado de placer y dolor a la vez.

—¿No te lastima demasiado? Posemos detenernos si es que esto es demasiado doloroso para ti.—

—No, no te detengas, solo empieza a moverte.— Natalan así lo hizo, comenzando a embestir el cuerpo ajeno, soltando jadeos al sentir como el interior del castaño se abrazaba a su pene. Natalan ya no pudo más, comenzando a embestir cada vez más rápido al más pequeño.—¡Ah, Natalan!— la forma en que dijo su nombre lo calentó más si eso se podía.

—Mierda Aquino y luego a mi me decías maricon...— bromeo, tomando entre sus manos los muslos del castaño, apretándolos, moldeandolos como si fueran masa.—Me vuelves loco, loco carajo.— le hablaba, sintiendo tentación a nuevamente probaras aquel cuello tan exquisito.

—¡Natalan, mierda, se siente tan bien!— gimió, sintiéndose cerca de su orgasmo.— ¡Más, más Natalan, no te detengas por favor!— giro sus pupilas hacia arriba, siendo un río de saliva  y entrecerrando su boca que no paraba de soltar gemidos lastimeros y cargados con un deje de dolor.—¡Duele tan bien maldita sea!—

—Dios, quien diría que suenas como gata en celo cuando arremeten contra ti.— jugó con el, comenzando a dar embestidas cada vez más rápidas y profundas.—Aprietas demasiado, eso me gusta.— le confesó, guiando su lengua desde el cuello del ojimiel hasta sus pezones, una de sus partes favoritas.

— Mgh, Nat, me encantas, me llenas.— lo tomó de sus mejillas volviéndolo a besar.

Y entonces ambos terminaron, soltando jadeos y gemidos al sentir como aquel orgasmo les había caído con más fuerza. Natalan se recostó sobre el sofá, cerrando sus ojos aunque no logrando dormir al sentir un peso sobre el. Ahora era Aquino quien se encontraba encima suyo, ubicando el pene del azabache en su entrada, metiéndolo completamente y comenzando dar pequeños saltos que eran acompañados con gemidos diciendo el nombre de su mejor amigo.

—Tu nunca te cansas, ¿Cierto?—

La noche es joven.

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NO SE ESCRIBIR PORNO 😭😭😭


-ᴡᴇʙᴀᴅᴀꜱ-╰•ᴀQᴜɪɴᴏʙᴏᴡʟ•╯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora