-CAPÍTULO 4. ALEX-

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Abrí los ojos lentamente mientras me preguntaba que había hecho mal para existir.

Viva el positivismo mañanero

Miré el móvil. Las once y media. Muy perezosamente me levanté de la cama para ir a desayunar algo, pero me di cuenta de que tenía una chica durmiendo al lado. Me incliné para ver si reconocía su cara, pero no. Otro lío de noche. Apenas recordaba nada de la noche anterior, solo que no podía dormir y que había terminado saliendo a una discoteca con mi amigo Théo. Frustrado, intenté recordar algo, pero nada.

Algo así como Dory

Suspiré, cansado, y llamé a Théo.

-Despiértala y dile que tienes que irte a trabajar- dijo Théo antes si quiera de yo poder decirle algo. Y colgó.

Théo era mi mejor amigo desde que éramos pequeños y me metió un lápiz por la nariz. Él era mayor, tenía 23 y yo 21, y siempre se había portado como un hermano conmigo (si ignoramos lo del lápiz, claro). El me conocía demasiado bien.

Siguiendo su consejo, le toqué el hombro a la chica varias veces, se vistió y se fue.

Sin prisa, cogí una camisa, unos pantalones y una chaqueta y me los puse. Me peiné el pelo con la mano mientras me ponía los zapatos y salí a la calle. Mi casa estaba muy cerca del trabajo, del hotel, y por lo tanto no tardé mucho en llegar.

- Buenos días señor Lambert- me saludó mi secretaria mientras me quitaba la chaqueta.

- Buenos días Michelle- le devolví el saludo mientras le daba un repaso bastante descarado. Ella era rubia con ojos verdes. Estaba muy bien y tenía un cu...

- ¡HOLA ALEX! - me gritó alguien el oído. Me giré asustado, y como no, era Sarah. Era mi amiga y trabajaba en el hotel, aunque ella se encargaba de la parte de la página web y redes.

- Sarah, que sea la última vez que haces eso o tendré que ir preparando mi testamento- le solté mientras me dirigía a mi despacho. Ella me siguió dando brincos.

- Nah, gracias- replicó- Por cierto, ¿puede ser que te viera anoche en una discoteca? No sabía que salías entre semana tan tarde.

- Si, es que quería despejarme porque ayer...

Me paré en seco y juraría que mi corazón también. ¡Pues claro! ¡Por eso había salido!

- ¡Joder! - casi grité corriendo hacia la dirección contraria.

- ¿Alex? – oí como decía Sarah, pero yo ya estaba lejos.

Llegué a la sala de ordenadores y me senté bruscamente enfrente de uno y tecleé el nombre de la calle del edificio en donde ayer estuve persiguiendo a la chica. ¿Cómo podía haberlo olvidado? Ahora mi vida estaba en peligro, y yo había salido de mi casa como si nada. En mi búsqueda me salieron varios resultados sobre el arquitecto y el año de construcción, pero eso no me interesaba.

- ¿Alex? - dijo alguien. Me giré y vi a un chico alto que me miraba extrañado con sus ojos verdes. Théo.

- ¡Tío menos mal! - dije cogiéndole por la muñeca- ¿Sabes si se puede buscar el nombre de un residente de un edificio?

- Hola Théo, ¡buenos días!, ¿has desayunado bien? Por cierto, ¡muchas gracias por ayudarme esta mañana! - se burló poniendo los brazos en jarra. Lo fulminé con la mirada y negó con la cabeza. - Eres imposible. No Alex, no puedes saber dónde vive alguien por Internet, porque hay una cosa llamada privacidad y otra llamada leyes.

- Las leyes son solo un trozo de papel- susurré

- Y la cárcel solo una habitación- contestó riendo.

Cerré los ojos frustrado. Solo me quedaba una opción para poder averiguar quién era esa chica, esa asesina. Ir a buscarla a su casa, pedirle explicaciones y rezar porque no me matara.

- Tío, ¿te encuentras bien? - preguntó Théo con tono preocupado- ¿Qué te has tomado?

Abrí los ojos y vi como el rostro de Théo cambiaba de preocupado a inexpresivo. Miré al frente y oh no, mi padre.

- Buenos días Théodor- masculló mi padre y este asintió a modo de saludo- ¡Alexander! ¿Qué haces por aquí?

Cualquiera que nos viera pensaría qué bonita relación padre hijo, ¿no?

Pues no

Quizá fuera así hasta mis seis años, cuando conocí a Théo, y la actitud de mi padre se volvió indiferente en todo lo respecto a mí. Théo no tenía padre y el mío se apropió de él y se olvidó de mí. Porque, todo hay que decirlo, mi mejor amigo siempre había sido mejor que yo.

- Nada que te interesé, eso seguro-le contesté mirándole seriamente a los ojos- Yo ya me iba -añadí levantándome.

- De eso nada- replicó cogiéndome del brazo- Hijo, sabes que puedes contarme lo que sea, ¿verdad?

Dudé. Si se lo contaba, rápidamente llamaría a alguien de su larga lista de contactos y lo enviaría a por quién yo quisiese.

- Alex, ¿cómo es que corres tan rápido? - resopló Sarah que me había alcanzado por fin. Su sonrisa se ensanchó cuando vio a mi padre junto a mí- Vaya, hola Mathew, ¿cómo va todo?

Como respuesta, el asintió con la cabeza y farfullando una respuesta se fue.

Si había alguien que opacaba a una persona de mal humor y poderoso, era alguien que estaba siempre feliz y con aún más poder. Esos eran Sarah y mi padre. A pesar de la obvia diferencia de edad, ella siempre había sido respondona y, a mi padre, le encantaba dar órdenes, pero ante Sarah se quedaba callado. Quizá esa era una de las razones por las que quería tanto a Sarah.

Una colleja de Théo me mandó a la realidad.

- Oye, bro, no será por las dro...

- ¡No! - exclamé alarmado recordando la vez que Theo me había pillado en una fiesta- Es solo que estoy cansado, me iré a casa. 

HASTA QUE LA VIDA NOS SEPAREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora