-CAPITULO 15. CHLOE-

13 4 2
                                    

Estaba contenta, había sido un buen día en el trabajo y Noah me había hecho un dibujo.Con que poco nos conformamos ya.
Por otra parte, no había parado de pensar en Alex. En cuando nos volveríamos a ver. ¿Debería escribirle yo o parecería muy desesperada?
El sonido de llamada interrumpió mis pensamientos.
¿Acaso sería...?
Descolgué sin mirar quién era.
- ¿Alex? –dije con el corazón en la boca.
- ¿Quién es ese? - respondió una voz que yo bien conocía- ¿Te has echado novio ya?
La sonrisa se evaporó de mis labios y agaché la cabeza.
- Lo siento señor. Ha sido un error.
- Nuevo objetivo. Hotel Royald. Habitación 607. 21:35. Estafador y antiguo contrabandista. Te necesito, Mila.
- Allí estaré, señor.
Colgó. Él, Joe, era mi jefe. Y Mila mi nombre en clave. Yo me..." encargaba" de las personas que él me decía y al día siguiente un sobre blanco con unos pocos billetes aparecía en mi casa. Necesitaba el dinero, no es que me gustase, pero el piso, la comida, el futuro de Noah... Todo estaba en mis manos.

Conocí a Joe tres meses después del accidente, cuando el dinero de compasión de nuestros familiares se acabó, mis amigas me empezaron a ver como la rara, y el Estado encontró otras huerfanitas a las que ayudar y quedar bien. Llevaba dos días sin comer y había salido con mi hermana para pedir comida. Un hombre en la calle había intentado quitarme a Noah y yo le había atestado un puñetazo. Tenía los nudillos destrozados. Joe lo vio todo y se ofreció a curarme la herida.
- Nunca metas el pulgar dentro del puño cuando des un puñetazo- fue lo primero que me dijo.
- La verdad, espero no volver a pegar un puñetazo jamás- le contesté yo- Pero si tengo que hacerlo, me asegurare de sacar el jodido dedito.

Él se rio. Aprovechó para contarme que necesitaba a alguien como yo para unos trabajillos, y me remarcó que pagaba bien. Acepté sin pensar. Me inventé que me llamaba Mila y él nunca hizo preguntas. Nunca hacía preguntas.

Como Noah estaba con Sylvie, me embutí en un vestido negro que usaba cuando Joe me llamaba. Me dejé el pelo suelto, y me lo atusé con las manos. Lista.
Me encaminé hacia el hotel Royald y vi que faltaba un par de minutos para la hora acordada. Llegaba con tiempo de sobra. Fui a recepción y me encontré a un chico mayor que yo. Tenía la piel oscura y era muy guapo.
- ¿En qué puedo ayudarla, señorita?
- ¿Me podría llevar hasta la habitación 607, por favor?
Él pareció sorprenderse, pero intentó que yo no me diera cuenta. Falló.
- Por supuesto. ¿Su nombre es...?
- Mila.
- Perfecto, yo soy Théo. Acompáñeme.
Seguí al chico hasta la puerta de la habitación. Le di las gracias y se retiró.
Estaba nerviosa y no podía dejar que nadie lo notara. Golpeé la perta y un hombre de mediana edad me abrió la puerta. Sus ojos azules acarparon toda mi atención.
- Perdona, ¿quién es usted? - preguntó.
- Eso no importa. Me interesa más quién es usted.
- Mathew, Mathew Lambert.

Me quedé petrificada. Aquel hombre de pelo gris y porte elegante era el padre de Alex. No podía matarlo.
Retrocedí sobre mis pasos y perdí toda la confianza en mi misma. El hombre me miraba perplejo.
- ¿Está bien?
- S-si... yo m-me voy. –logre decir- Me he e-equivocado de ha-habitación.

Sin ni siquiera escuchar su respuesta corrí hacia la salida. Una vez fuera del hotel, el corazón aún me iba a mil.
Estaba intentando recuperarme, cuando vi como un hombre se acercaba por detrás a una chica y le quitaba el bolso. Ni me lo pensé. Corrí hacia el chico y me coloqué enfrente suya, cara a cara. Él me fue a pegar un puñetazo, pero lo esquivé con facilidad. Yo si acerté el golpe. Un anciano se interpuso entre nosotros con un teléfono en la mano.
- ¡Paren! ¡que alguien inmovilice a la chica! - gritó.
- ¿Yo? - exclamé asombrada- ¡Ese hombre le había quitado el bolso a una chica!
- ¡Cállate! ¡Los jóvenes de hoy en día! ¡Eso son las pantallitas esas! - rebatió el señor. Estaba fuera de sí. El ladrón vio su momento de gloria y se marchó como si nada hubiera ocurrido.
- Para denunciarla hay que saber su nombre- dijo una mujer que apretaba a su bebé como si me lo fuera a comer- ¿Cómo te llamas?
Esa mujer alucinaba si pensaba que yo iba a responderle. ¿Acaso estaban todos locos?
- ¡Se llama Mila! - intervino un hombre que reconocí porque lo había visto en el hotel. Debía haberme escuchado hablar con el recepcionista.
- ¿Se están escuchando? – intervine pasmada- ¡No he sido yo! ¡Lo juro!
- Es cierto- contestó una voz detrás de mi- Yo lo he visto todo.

Me giré y me encontré a un chico muy alto, de piel morena y pelo rubio despeinado, dándole un aspecto misterioso. Sus labios se curvaron en una sonrisa. Iba a ir hacia él, cuando el anciano me cogió del brazo con fuerza.
- ¡Menos mal señor Lambert! Es peligrosa, ella...
- Suéltala- musitó rotundo Alex- Ya.

A regañadientes el anciano loco me soltó y se fue refunfuñando.
- Hola- me dijo
-Hola- le respondí con una sonrisa
A nuestro alrededor la mulitud se fue disipando.
- ¿Chloe? - murmuró el rubio.
- Dime.
- ¿Por qué te han llamado Mila?

Agaché la cabeza y me entraron verdaderas ganas de llorar. Él se estaba mostrando bueno y amable conmigo y no tenía ni idea de lo que había estado a punto de hacer. Matar a su padre. Nunca me perdonaría eso. Las primeras lágrimas empezaron a surcar mi rostro.
- Joder no llores por favor – me dijo abrazándome y apoyando la frente en la mía. Parecía alterado ante el hecho de que yo llorara- Ey, siento si he dicho algo que no debería, pero no sé qué hacer cuando una chica llora.
- Tú no lo entiendes- sollocé- Vete. Por favor. Déjame en paz- me revolví en sus brazos, a pesar de que estaba muy a gusto con él. - No y no. Habla conmigo Chloe. No te he dado motivos para desconfiar.
- No lo entiendes- repetí- Desde fuera parece que está todo bien, pero de un segundo a otro explota y arrasa todo a su paso. Vete y aléjate de mí.
- Hazme caso, por ti vale la pena quemarse- se me derritió el corazón, y nunca mejor dicho- No has hecho nada. Seguro que tenías tus razones para golpear al hombre.
¿Podría haberle contado lo de su padre? Si. Pero opté por la opción cobarde. Tragar saliva y sonreír.
- Debe de haberse quedado mal, tu sabes cómo duelen mis golpes- dije en un intento de broma. Él se rio.
- No es por aguarte la fiesta, pero es un brillante momento para contarme lo de tu psedónimo, querida Chloe.

HASTA QUE LA VIDA NOS SEPAREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora