Capítulo 1 // Hasta su lado oscuro está lleno de colores ☕

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Septiembre de 2021

Lara

Mientras subo un poco la velocidad del pedaleo y me inclino en el asiento apretando mis manos al manillar, no puedo evitar sentir cómo el viento acaricia mis mejillas. La subida empinada que separa mi calle del otro barrio hace que tenga que esforzarme un poco más, pero no cedo en ningún momento.

La parte buena de vivir en La Garrieta es que dispone de carril bici, algo que me pone las cosas muy fáciles en mis salidas nocturnas. Las casas están alineadas en dos filas y la distancia entre la mía y la del vecino de enfrente es tan escasa que puedo asomarme por la ventana y comunicarme con él a través de ella. También tiene su parte mala, y es que somos tan pocos vecinos que puedes terminar siendo la comidilla de todos.

Eso es lo que le ocurrió a Julia veintidós años atrás, es la madre de mi mejor amigo y desde entonces los rumores no cesan cuándo se trata de ella.

Para ponernos en situación debo aclarar que ese mejor amigo y el vecino de enfrente son la misma persona, Víctor Vega. Julia y el forjan una familia de dos ya que el tercero en discordia mucho tiempo atrás decidió no formar parte de ella, a quién por cierto le va estupendamente bien en el barrio que hay justo al cruzar la arboleda situada al lado de mi casa. Algunos lo llamamos el barrio rico, justo dónde me dirijo ahora.

Si, el muy capullo se mudó a un kilómetro de distancia.

Alejandro Vega, padre de mi mejor amigo, alias el capullo, es un hombre adinerado gracias al concesionario que montó el entonces abuelo de mi mejor amigo, vive junto a su esposa Lidia con quién le fue infiel a Julia y también dejó embarazada al mismo tiempo. El esperma Vega no falla, te fecunda a la primera. Tienen una casa preciosa con un cercado vivo rodeada de césped, una piscina decora toda la parte trasera y a su derecha una cancha de baloncesto donde su otro hijo, al que llamaron Marcos entrena cada día sin falta. No puedo contar las veces que me he asomado por el roto que un día descubrí gracias a una de tantas rutas en bici y se convirtió en un gran inconveniente, porqué ahí, ahí es donde empezó mi problema con Marcos Vega.

Puedo echarle la culpa a esa cría de siete años por querer husmear como vivía su compañero de clase. El agujero estaba ahí, llamándome y fue algo imposible de ignorar, pero ahora con veintidós años sé que no tengo ninguna excusa razonable para estar a las diez de la noche camino frente a la casa del hermano de mi mejor amigo. O del pijo, como Víctor suele llamarlo.

La brisa de septiembre sigue envolviéndome mientras continúo con el empuje hacia adelante y me deshago de un mechón que se desliza por mi mejilla controlando la bicicleta con una sola mano. Cuando cruzo la arboleda mis pensamientos retroceden a la conversación telefónica que he tenido con mis padres hace escasos minutos. Llevan cuatro meses fuera de casa y esta noche duermen en la sierra de Cazorla, han estado viendo el nacimiento del río Guadalquivir y parece que no bajan de los 38 grados. Se les ve felices y según papá todavía les quedanunas semanas más para volver. A mí no me preocupa, gracias a dios a mis veinte años soy una chica muy independiente, pero no puedo evitar echarles de menos.

Nada más llegar freno en seco, suspiro y echo un vistazo a mi alrededor.

La calle está desierta y alumbrada por las distintas farolas con luz tenue que hay repartidas a lo largo de la avenida y puedo ver el destello tras las cortinas de algunas ventanas donde los más adinerados de la ciudad descansan. El cri-cri-cri de los grillos se entremezcla con el sonido de una pelota contra el pavimento a tan solo unos pasos, sé lo que está ocurriendo al otro lado del cercado y no puedo evitar negar con la cabeza conteniendo las ganas de asomarme.

Le doy al play y Conchita suena a través de los auriculares cuando me bajo de la bicicleta y la dejo apoyada sobre la acera. Despacio, me siento en el suelo de la calle con la espalda descansando en una fachada de piedra y al levantar la vista veo el cielo sin una sola estrella que pueda contar mientras que la luna llena parece más brillante que nunca. Es como si no existiese nadie más, solo ella y yo envueltas en el silencio de la noche junto a los últimos acordes de El viaje.

TIRO LIBRE AL CORAZÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora