CAPÍTULO 1: La pregunta inicial.

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—¿En qué demonios estabas pensando, mocoso?

        —¡No es tu problema! —respondió el chico, conteniéndose de soltar una palabra altisonante.

        —¡Es mi maldito problema si te involucra a ti! ¿Qué hubiera pasado si te expulsaban de la escuela por agarrarte a golpes dentro del salón, eh?

        —¡Dios, no te soporto, viejo amargado! —confesó el adolescente iniciando el camino hacia su habitación, sin ganas de escuchar los sermones de su padre.

        —¡¿Adónde crees que vas? Vuelve aquí!

        —Déjalo, Sanemi. Está molesto, dale un poco de espacio —expuso Kanae con su calma habitual mientras posaba su mano derecha sobre el hombro de su esposo, quien se encontraba de espaldas a ella.

        —Jamás creí que sería tan complicado —se lamentó girándose para mirar esos ojos lila que de alguna forma siempre lograban calmarlo y bajarle el mal humor.

        —Ten paciencia, no seas tan duro con él.

        —¿Qué haría sin ti? —preguntó muy ligeramente meloso a la vez que la tomaba por la cintura y unía sus frentes. Ella sonrió.

        —Vete a dormir, ya es tarde. Yo hablaré con él.

        —Confío en que a ti te escuchará, solo no se desvelen mucho. ¿Entendido?

        —Entendido, Capitán.

        El albino formó una pequeña sonrisa ladina y le regaló un beso en los labios. Posteriormente subió las escaleras, saliendo de escena.

        La morena siguió el mismo camino, únicamente desviándose hacia la izquierda, donde se ubicaba la alcoba del menor. Dándose cuenta de que la puerta se encontraba entreabierta y tenía la luz apagada.

        —¿Takeo? —preguntó al aire, recibiendo un gruñido como respuesta— ¿Puedo pasar?

        —Pasa, má.

        La mujer se sentó a los pies de la cama, mirando a su hijo de trece años con comprensión.

        —No debiste referirte a tu papá de esa manera —habló en lo que el pelinegro detectó como un tono de reprimenda, aunque uno muy ligero.

        —Es un odioso —se justificó el menor.

        —¿Ser odioso significa querer lo mejor para ti?

        —A veces siento que no me quiere —mencionó, cambiando de tema.

        —¿Por qué piensas eso?

        Kanae también estaba molesta con el comportamiento de su hijo, sin embargo debía conservar la calma ante todo para mantener a raya el temperamento del adolescente, quien era una copia idéntica de Sanemi en todo. Literalmente lo único que había heredado de su madre era el color de su cabello.

        —Casi todo el día se la pasa gritándome, ya no recuerdo la última vez que me habló con cariño. Reiko parece más su hija que yo —dijo, refiriéndose a su hermana menor.

        —¿Olvidas que los iguales chocan?

        Su pequeño no supo interpretar dicha frase, por lo que ella procedió a explicar:

        —¿Te has dado cuenta de que Sanemi y tú tienen el mismo carácter?

        Ante esta nueva afirmación, el chico adoptó un gesto de indignación. Lo que hizo reír a su mamá.

Opuestos. (SaneKana).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora