Dos semanas después del funeral de su madre, Sanemi fue dado de alta del hospital al igual que el único hermano que le quedaba, y había pasado día y noche pensando en lo que iba a hacer para evitar que lo separasen de Genya, igual que trataba de encontrar una manera para mantenerse y comer al menos una vez al día.
Había tomado la dura decisión de huir de la casa en la que había vivido durante dos años y poco más, puesto que temía con toda su alma que los agentes de Servicios Sociales dieran con él y lo llevaran a una casa de acogida, así que tomó sus pocas pertenencias y se mudó a un cuarto de azotea que consiguió muy cerca del hogar de Kanae, pues no quería alejarse de ella.
La mujer mayor a la que le pidió el cuarto era viuda, y a pesar de tener cuatro hijos, ninguno la visitaba. Por lo que creyó que el tener a esos dos niños de inquilinos arriba le hacía sentir en compañía. Por otro lado, la anciana lo convenció de que no quería que le pagara renta, así que le quitó un gran peso de encima.
Aunque todavía había otra cuestión pendiente: la comida.—Nemi.
—¿Mm?
—¿Qué le diremos a las maestras y a la directora cuando pregunten por mamá?
—La verdad. No tenemos alternativa.
—¿Crees que nos dejen quedarnos?
—Genya, en las escuelas públicas les importa una mierda los alumnos y sus familias.
—Entiendo...
Desde que Shizu había fallecido, Sanemi había endurecido su carácter, enfriado su corazón y apagado su sonrisa. Dejando en su lugar una personalidad desconfiada y agresiva y una mirada gélida.
—Mañana por la mañana voy a ir a preguntar si tienen algún trabajo para mí en la tienda de aquí cerca, así que hoy dormiremos temprano.
El pequeño asintió, y llegada la noche fue a dormir sin saber que su hermano iría a ver a la chica de cabello negro.
Sanemi se escabulló entre las sombras, siendo meticuloso y hábil para evitar ser visto, y finalmente tocó la campanita que colgaba del balcón.
Kanae sabía que era él, así que abrió y le mostró una sonrisa.—¿Cómo has estado? —preguntó una vez que estuvieron los dos en el balcón.
—Intentando ser fuerte. Genya me necesita, y tendré que terminar de criarlo.
Por cierto, encontré dónde quedarme.—Me alegra mucho saberlo. ¿Seguirás estudiando?
—Sí. Aprovecharé que estamos en una escuela pública para no mortificarme por las colegiaturas. Ahora sólo tengo que buscar trabajo.
—¿Quieres que te ayude?
—No, tú preocúpate por ti. No pienso dejar que descuides tus estudios y bajes tus notas por ayudarme. ¿Entendido?
—Entendido.
¿Cómo están tus heridas?—Se están curando, aunque quedarán cicatrices. La gente ahora me ve raro por la calle, supongo que tendré que acostumbrarme.
—Pero, ¿sabes? Yo nunca te voy a juzgar ni a señalar.
—Gracias. Tú también sabes que puedes contar conmigo para lo que sea.
—¿Vas a quedarte a dormir?
—Esta vez no. Tengo que regresar y estar al pendiente de mi hermano, pero te prometo que dentro de poco, cuando me estabilice más, estaré toda la noche contigo.
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Opuestos. (SaneKana).
FanfictionSi algo tienen en común todos los Shinazugawa es su actitud mal humorada y su mal carácter. Y el hijo mayor de Sanemi no era la excepción: el muchacho desde su entrada a la adolescencia, se había vuelto más rebelde e impulsivo, terminando mu...