Capitulo 9

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—Ya.
Siento que mis mejillas vuelven a teñirse de rojo. Deben de parecer la cubierta del Manifiesto comunista. Cállate. Cállate de una vez.
—Me llevaré un mono de trabajo. No vaya a ser que se me estropee la ropa — ella me dice con frialdad.
Intento apartar la inoportuna imagen de ella sin esos pantalones .
—¿Necesita algo más? —le pregunto en tono demasiado agudo mientras le tiendo un mono azul.
No contesta a mi pregunta.
—¿Cómo va el artículo?
Por fin me ha preguntado algo normal, sin indirectas ni juegos de palabras... Una pregunta que puedo responder. Me agarro a ella con las dos manos, como si fuera una tabla de salvación, y apuesto por la sinceridad.
—No estoy escribiéndolo yo, sino Enevy. La señorita Kavanagh, mi compañera de piso. Está muy contenta. Es la editora de la revista y se quedó destrozada por no haber podido hacerle la entrevista personalmente. —Siento que he remontado el vuelo, por fin un tema de conversación normal—. Lo único que le preocupa es que no tiene ninguna foto suya original.
—¿Qué tipo de fotografías quiere?

Muy bien. No había previsto esta respuesta. Niego con la cabeza, porque sencillamente no lo sé.
—Bueno, voy a estar por aquí. Quizá mañana...
—¿Estaría dispuesta a hacer una sesión de fotos?
Vuelve a salirme la voz de pito. Enevy estará encantada si lo consigo. Y podrás volver a verla mañana, me susurra seductoramente ese oscuro lugar al fondo de mi cerebro. Descarto la idea. Es estúpida, ridícula...
—Enevy estará encantada... si encontramos a un fotógrafo.
Estoy tan contenta que ella sonrío abiertamente. Ella abre los labios, como si quisiera respirar hondo, y parpadea. Por una milésima de segundo parece algo perdido, la Tierra cambia ligeramente de eje y las placas tectónicas se deslizan hacia una nueva posición.
¡Dios mío! La mirada perdida de Billie O'Connell.
—Dígame algo mañana —me dice ella metiéndose la mano en el bolsillo delantero y sacando la cartera—. Mi tarjeta. Está mi número de móvil. Tendría que llamarme antes de las diez de la mañana.
—Muy bien —le contesto sonriendo.
Enevy se pondrá contentísima.
—¡___!
Paula aparece al otro lado del pasillo. Es la hermana menor del señor Clayton. Me habían dicho que había vuelto de Princeton, pero no esperaba verla hoy.

—Discúlpeme un momento, señora O'Connell.
O'Connell frunce el ceño mientras me vuelvo.
Paula siempre ha sido una amiga, y en este extraño momento en que me las veo con la rica, poderosa, asombrosamente atractiva y controladora obsesiva O'Connell, me alegra hablar con alguien normal. Paula me abraza muy fuerte, y me pilla por sorpresa.
—¡___, cuánto me alegro de verte! —exclama.
—Hola, Paula. ¿Cómo estás? ¿Has venido para el cumpleaños de tu hermano?
—Sí. Estás muy guapa, ___, muy guapa.
Sonríe y se aparta un poco para observarme. Luego me suelta, pero deja un brazo posesivo por encima de mis hombros. Me separo un poco, incómoda. Me alegra ver a Paula, pero siempre se toma demasiadas confianzas.
Cuando miro a Billie O'Connell , veo que ella nos observa atentamente, con ojos impenetrables y pensativos, y expresión seria, impasible. Ha dejado de ser la cliente extrañamente atento y ahora es otra persona... alguien frío y distante.
—Paula, estoy con una cliente. Tienes que conocerla —le digo intentando suavizar la animadversión que veo en la expresión de O'Connell.
Tiro de Paula hasta donde está O'Connell, y ambas se observan detenidamente. El aire podría cortarse con un cuchillo.

—Paula, te presento a Billie O'Connell. Señora O'Connell, esta es Paula Clayton, la hermana del dueño de la tienda. —Y por alguna razón poco comprensible, siento que debo darle más explicaciones—. Conozco a Paula desde que trabajo aquí, aunque no nos vemos muy a menudo. Ha vuelto de Princeton, donde estudia administración de empresas.
Estoy diciendo chorradas... ¡Basta!
—Señora Clayton.
Billie le tiende la mano con mirada impenetrable.
—Señora O'Connell —la saluda Paula estrechándole la mano—.
Espera... ¿No será la famosa Billie O'Connell? ¿La de  O'Connell Enterprises Holdings?
Paula pasa de mostrarse hoscosa a quedarse deslumbrada en una milésima de segundo. O'Connell le dedica una educada sonrisa.
—Uau... ¿Puedo ayudarle en algo?
—Se ha ocupado ___, señora Clayton. Ha sido muy atenta. Su expresión es impasible, pero sus palabras... es como si
estuviera diciendo algo totalmente diferente. Es desconcertante. —Estupendo —le responde Paula—. Nos vemos luego, ___. —Claro, Paula.
La observo desaparecer hacia el almacén.
—¿Algo más, señora O'Connell? —Nada más.

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