Capitulo 2

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— Vengo a ver al señora O'Connell. ___ Steele, de parte de Enevy Kavanagh.
— Discúlpeme un momento, señorita Steel — me dice alzando las cejas.
Espero tímidamente frente a ella. Empiezo a pensar que debería haberme puesto.

una americana de vestir de Enevy en lugar de mi chaqueta azul marino. He hecho un esfuerzo y me he puesto la única falda que tengo, mis cómodas botas marrones hasta la rodilla y un jersey azul. Para mí ya es ir elegante. Me paso por detrás de la oreja un mechón de pelo que se me ha soltado de la coleta fingiendo no sentirme intimidada.
—Sí, tiene cita con la señorita Kavanagh. Firme aquí, por favor, señorita Steel. El último ascensor de la derecha, planta 20.
Me sonrie amablemente, sin duda divertida, mientras firmo.
puto tiente un pie de oute que siny de vista Depelto compraen
Nomas sada, suide las a vitentes le do unas me des que yo con
su traje negro de corte perfecto.
El ascensor me traslada a la planta 20 a una velocidad de vértigo. Las puertas se abren y salgo a otro gran vestíbulo, también de vidrio, acero y piedra blanca. Me acerco a otro mostrador de piedra y me saluda otra chica rubia vestida impecablemente de blanco y negro.
-señorita Steele, ¿puede esperar aqui por favor? - me pregunta señalándome a una zona de asientos de piel color blanco.

Detrás de los asientos de piel hay una sala de reuniones con las paredes de vidrio, una mesa de madera oscura, también grande, y al menos veinte sillas a juego. Más allá, un ventanal desde el suelo hasta el techo que ofrece una vista de Seattle hacia el Sound. La vista es tan impactante que me quedo momentáneamente paralizada. Wow
Me siento, saco las preguntas del bolso y les echo un vistazo maldiciendo por dentro a Enevy por no haberme pasado una breve biografía. No sé nada del la mujer al que voy a entrevistar. Podría tener tanto noventa años como treinta. La inseguridad me mortifica y, como estoy nerviosa, no paro de moverme. Nunca me he sentido cómoda en las entrevistas cara a cara. Prefiero el anonimato de una charla en grupo, en la que puedo sentarme al fondo de la sala y pasar inadvertida.
Para ser sincera, lo que me gusta es estar sola, acurrucada en una silla de la biblioteca del campus universitario leyendo una buena novela inglesa, y no removiéndome en el sillón de un enorme edificio de vidrio y piedra.
Suspiro. Contrólate, Steele. A juzgar por el edificio, demasiado aséptico y moderno, supongo que O'Connell tendrá unos cuarenta años. Una tipa que se mantiene en forma, bronceada y rubia a juego con resto el personal.

De una gran puerta a la derecha sale otra rubia elegante, impecablemente vestida. ¿De dónde sale tanta rubia inmaculada? Parece que las fabriquen en serie.
Respiro hondo y me levanto.
—¿Señorita Steele? — me pregunta la última rubia.
—Sí —le contesto con voz ronca y carraspeo —. Sí — repito, esta vez en un tono algo más seguro.
—La señora O'Connell la recibirá enseguida. ¿Quiere dejarme la chaqueta?
—Sí, gracias — le contesto intentando con torpeza quitarme la chaqueta.
-¿Le han ofrecido algo de beber?
—Pues... no.
Vaya, ¿estaré metiendo en problemas a la rubia número uno?
La rubia número dos frunce el ceño y lanza una mirada a la chica del mostrador.
-¿Quiere un té, café, agua? - me pregunta volviéndose de nuevo hacia mí.
—Un vaso de agua, gracias —le contesto en un murmullo.
—Olivia, tráele a la señorita Steele un vaso de agua, por favor -dice en tono serio.
Olivia sale corriendo de inmediato y desaparece detrás de una puerta al otro lado del vestíbulo.
—Le ruego que me disculpe, señorita Steele. Olivia es nuestra nueva empleada en prácticas. Por favor, siéntese. La señora O'Connell la atenderá en cinco minutos.
Olivia vuelve con un vaso de agua muy fría.
—Aquí tiene, señorita Steele.
—Gracias.
La rubia número dos se dirige al enorme mostrador. Sus tacones resuenan en el suelo de piedra. Se sienta y ambas siguen trabajando.
Quizá La señora O'Connell insista en que todos sus empleados sean rubios. Estoy distraída, preguntándome si eso es legal, cuando la puerta del despacho se abre y sale un afroamericano alto y atractivo, con el pelo rizado y vestido con elegancia.
Está claro que no podría haber elegido peor mi ropa.
Se vuelve hacia la puerta.
-O'Connell, ¿jugamos al golf esta semana?
No oigo la respuesta.
El afroamericano me ve y sonrie. Se le arrugan las comisuras de los ojos. Olivia se ha levantado de un salto para ir a llamar al ascensor. Parece que destaca en eso de pegar saltos de la silla. Está más nerviosa que yo.
—Buenas tardes, señoritas -dice el afroamericano metiéndose en el ascensor.
—La señora O'Connell la recibirá ahora, señorita Steele. Puede pasar —me dice la rubia
número dos.
Me levanto tambaleándome un poco e intentando contener los nervios. Cojo mi bolso, dejo el vaso de agua y me dirijo a la puerta entornada.
—No es necesario que llame. Entre directamente - me dice sonriéndome.
Empujo la puerta, tropiezo con mi propio pie y caigo de bruces en el despacho.
Mierda, mierda. Qué patosa... Estoy de rodillas y con las manos apoyadas en el suelo en la entrada del despacho del La señora O'Connell, y unas manos amables me rodean para ayudarme a levantarme. Estoy muerta de vergüenza, ¡qué torpe! Tengo que armarme de valor para alzar la vista. Madre mía, qué joven es.
—Señorita Kavanagh -me dice tendiéndome una mano de largos dedos en cuanto me he incorporado -. Soy billie O'Connell. ¿Está bien? ¿Quiere sentarse?  Muy joven. Y atractiva, muy atractiva. Alta, con un elegantísimo traje gris pero sin el saco y pantalones tipo de vestir , camisa blanca y , con un pelo rebelde de color negro con rojo y brillantes ojos grises azulados que me observan atentamente. Necesito un momento para poder articular palabra.
—Bueno, la verdad...
Me callo. Si esta tipa tiene más de treinta años, yo soy bombera. Le doy la mano, aturdida, y nos saludamos. Cuando nuestros dedos se tocan, siento un extraño y
Decilate ser aleto par todael Parpo tipo la mane al toda pelos lacioda,
mi corazón.
—La señorita Kavanagh está indispuesta, así que me ha mandado a mí. Espero que no le importe, señora O'Connell.
-¿Y usted es...?
Su voz es es cálida y parece divertida, pero su expresión impasible no me permite  asegurarlo. Parece ligeramente interesada, pero sobre todo muy educada.
—___ Steele. Estudio literatura inglesa con enevy... digo... Katherine...
bueno... la señorita Kavanagh, en la Estatal de Washington.
—Ya veo — se limita a responderme.

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LO PROHIBIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora