Capitulo 12

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Maraton 2/5

—Parece nerviosa cuando está con mujeres-
Maldita sea, es algo personal. Solo me pongo nerviosa cuando estoy con usted, O'Connell.
—Usted me resulta intimidante.
Me pongo colorada, pero mentalmente me doy palmaditas en la espalda por mi sinceridad y vuelvo a contemplarme las manos. La oigo respirar profundamente.
—De modo que le resulto intimidante —me contesta ella asintiendo —. Es usted muy sincera. No baje la cabeza, por favor. Me gusta verle la cara.
La miro y me dedica una sonrisa alentadora, aunque irónica.
—Eso me da alguna pista de lo que puede estar pensando —ella me dice—. Es usted un misterio, señorita Steele.
¿Un misterio? ¿Yo?
—No tengo nada de misteriosa.
—Creo que es usted muy contenida —murmura.
¿De verdad? Uau... ¿cómo lo consigo? Es increíble. ¿Yo, contenida? Imposible.
—Menos cuando se ruboriza, claro, cosa que hace a menudo.
Me gustaría saber por qué se ha ruborizado.
Se mete un trozo de magdalena en la boca y empieza a
masticarlo despacio, sin apartar los ojos de mí. Y, como no podía ser de otra manera, me ruborizo. ¡Mierda!
—¿Siempre hace comentarios tan personales?
—No me había dado cuenta de que fuera personal. ¿La he ofendido? —me pregunta en tono sorprendida.
—No —le contesto sinceramente.
—Bien.
—Pero es usted un poco arrogante.
Alza una ceja y, si no me equivoco, también él se ruboriza
ligeramente.
—Suelo hacer las cosas a mi manera, Anastasia ella murmura—.
En todo.
—No lo dudo. ¿Por qué no me ha pedido que lo tutee?
Me sorprende mi osadía. ¿Por qué la conversación se pone tan seria? Las cosas no están yendo como pensaba. No puedo creerme que esté mostrándome tan hostil hacia ella. Como si él intentara advertirme de algo.
—Solo me tutea mi familia y unos pocos amigos íntimos. Lo prefiero así.
Todavía ella no me ha dicho: «Llámame billie». Es sin duda un obseso del control, no hay otra explicación, y parte de mí está pensando que quizá habría sido mejor que lo entrevistara Enevy. Dos obsesos del control juntos. Además, ella es casi rubia — bueno, rubia rojiza—, como todas las mujeres de su empresa. Y es guapa, me recuerda mi subconsciente. No me gusta imaginar a billie y a Enevy juntos. Doy un sorbo a mi té, y O'Connell se pone otro trozo de magdalena en la boca.
—¿Es usted hija única? —me pregunta. Vaya... Ahora ella cambia de conversación. —Sí.
—Hábleme de sus padres.
¿Por qué quiere saber cosas de mis padres? Es muy aburrida.
—Mi madre vive en Georgia con su nuevo marido, Bob. Mi padrastro vive en Montesano.
—¿Y su padre?
—Mi padre murió cuando yo era una niña. —Lo siento —musita.
Por un segundo la expresión de su cara se altera. —No me acuerdo de él.
—¿Y su madre volvió a casarse?
Resoplo.

—Ni que lo jure.-
Ella Frunce el ceño.
—No cuenta demasiado de su vida, ¿verdad? —me dice en tono seca frotándose la barbilla, como pensativa.
—Usted tampoco.
—Usted ya me ha entrevistado, y recuerdo algunas preguntas bastante personales —me dice ella sonriendo.
¡Vaya! Está recordándome la pregunta de si tenia pene realmente me pregunte eso?. Vuelvo a
morirme de vergüenza. Sé que en los próximos años voy a necesitar terapia intensiva para no sentirme tan mal cada vez que recuerde ese momento. Suelto lo primero que se me ocurre sobre mi madre, cualquier cosa para apartar ese recuerdo.
—Mi madre es genial. Es una romántica empedernida. Ya se ha casado cuatro veces. Billie alza las cejas sorprendida.
—La echo de menos —sigo diciéndole—. Ahora está con luis. Espero que la controle un poco y recoja los trozos cuando sus descabellados planes no vayan como ella esperaba.
Sonrío con cariño. Hace mucho que no veo a mi madre. Billie me observa atentamente, dando sorbos a su café de vez en cuando. La verdad es que no debería mirarle la boca. Me perturba.
—¿Se lleva bien con su padrastro?

—Claro. Crecí con él. Para mí es mi padre.
—¿Y cómo es?
—¿Ray? Es... taciturno.
—¿Eso es todo? —me pregunta O'Connell sorprendida.
Me encojo de hombros. ¿Qué espera esta mujer? ¿La historia de mi vida?
—Taciturno como su hijastra —me suelta O'Connell.
Me contengo para no soltar un bufido.
—Le gusta el fútbol, sobre todo el europeo, y los bolos, y pescar, y hacer muebles. Es carpintero. Estuvo en el ejército. Suspiro.
—¿Vivió con él?
—Sí. Mi madre conoció a su marido número tres cuando yo tenía quince años. Yo me quedé con Ray.
Frunce el ceño, como si no lo entendiera.
—¿No quería vivir con su madre? —me pregunta. Ella Francamente, a ella que le importa.
—El marido número tres vivía en Texas. Yo tenía mi vida en Montesano. Y... bueno, mi madre acababa de casarse.
Me callo. Mi madre nunca habla de su marido número tres. ¿Qué pretende O'Connell? No es asunto suyo. Yo también puedo jugar
a su juego.
—Cuénteme cosas sobre sus padres —le pido.

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⏰ Última actualización: May 22 ⏰

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