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La azabache salía del trabajo de sus padres para ir hacia la Torre Eiffel, pues ese día le tocaba vigilar la cuidad por la noche, acción que no le agradaba mucho porque la dejaba físicamente cansada.

Los días habían pasado muy rápido, las semanas, los meses y los años también. Marinette no entendía como un día podía estar en la escuela mirando a Adrien en sus prácticas de esgrima o en sus sesiones de fotos con Alya y de repente en la actualidad veía al rubio por todo París con Brown por cada anuncio publicitario.

Recordó perfectamente la vez que se enteró, se sintió tan destrozada, tan mal.

"¿Deberíamos hacernos los sorprendidos? ¡Agreste y Brown, que lindo es el amor!"

Por supuesto que los medios los apoyaron, e incluso las personas.

Marinette sentía tanta envidia.

- Mari.

Tikki la hizo salir de su ensoñación, miro a su compañera con confusión.

- ¿Paso algo? -cuestiono la heroína.

- Estabas muy callada -dijo preocupada el kwami de la mariquita-. ¿Te pasa algo a ti?

La azabache suspiro, si le pasaba algo, estaba recordando todo. Porque el rubio se estaba comportando tan raro que se había puesto a pensar que él podría pedirle a ella que...

- No es nada Tikki -sonrió sin ganas la moteada-. Solo pensaba en como serán las cosas ahora.

- ¿A qué te refieres?

- Me refiero a como reaccionara París con la noticia.

Muy en el fondo Marinette era consiente de lo que pasaría. Y muy en el fondo también era consiente que aún lo quería, lo amaba con todo su corazón.

- No te estoy entendiendo, Mari -la confusión podía notarse en la voz de Tikki, incluso tenía una pequeña pisca de desesperación.

- Es hora de transformarse, llegaré más rápido a la Torre por los techos que a pie.

Sin dejar a su kwami protestar, fue hacia un callejón oscuro y al decir ciertas palabras se transformó.

Tomando su yoyo se impulso hacia un gran techo de lo que suponía, era una biblioteca. Corrió sintiendo el aire agitar su cabello y nuevamente se impulso con su yoyo hacia otro edificio.

Sentía el aire por todo su rostro, pero no importo al llegar a su destino.

Ladybug observó toda Francia desde lo alto, veía edificios grandes y pequeños, también algunos carros y de vez en cuando algunas personas. Bajo la atenta mirada de la luna, se sintió confundida.

Sin embargo, dejando sus sentimientos de lado empezó a patrullar las calles.

Esa noche fue tranquila, hasta que los encontró a ambos en el balcón del departamento de Adrien, fue fácil distinguir la cabellera rubia del modelo y lastimosamente para la azabache, también la cabellera de la actriz.

Sabía que no debía, pero quería escucharlos. Cuidadosamente la catarina se acercó a un balcón que estaba justamente arriba de ambos jóvenes enamorados. Tratando de ser cautelosa, se arrodilló frente a los barrotes y miro hacia abajo, ahí estaba él.

Su chico.

- ¿Pensaste en casarte alguna vez?

Esa pregunta congelo a Marinette. Tenía miedo. Dejo de respirar por un momento mientras se mantenía oculta de la visión de la pareja.

- Bueno... -pensó un poco-. Tal vez cuando era niña, porque cuando estuve en la preparatoria decía que estaría soltera toda la vida.

Brown río ligeramente, avergonzada. Contagiando su risa a él.

- ¿Y ahora? -acarició el dorso de su mano que ambos tenían entrelazadas-. ¿Lo has pensando en algún momento?

- Tal vez.

El rubio la miró, haciendo un puchero.

- Quiero una respuesta concreta.

Ella río nuevamente, soltando su agarre y tomándolo de las mejillas.

- ¿Por qué lo quieres saber, cariño? -dijo, acariciando sus mofletes. El rubio sonrió torpemente.

- ¿Y si nos casamos?

A ambas féminas la pregunta las sorprendido, aunque a una más que a otra.

- Adrien...estás diciendo que...

- Cielo -sonrió, tomando sus manos-. ¿Me dejarías formar parte de toda tu vida?

A una la destrozó mientras que la otra solo podía llorar de felicidad.

- Oh, Adrien -lo abrazó-. Por supuesto que sí, cariño.

Esa fue la noche más feliz de la vida de la castaña. Mientras que Marinette lo único que pudo hacer fue irse hacia su casa y llorar, bajo la mirada de tristeza de Tikki.

Sollozó fuertemente cuando se enteró de la verdad. Cuando su pequeña kwami le dijo que el rubio había decidido por su cuenta quedarse con la castaña que con ella.

Después de esa noche todo fue de mal en peor para la azabache.

La boda de celebro a lo grande, ambos comprometidos invitaron especialmente a amigos y familiares de ambos. La prensa al enterarse explotó.

La pareja de esposos no podía estar más feliz, a pesar de algunas criticas que habían recibido por haberse casado tan jóvenes, decidieron ignorar cada una de ellas y únicamente ser felices.

Adrien demostró su felicidad en cartas, cartas dirigidas a la castaña. Un poco anticuado de su parte pero luego cada una de dichos escritos serían puestos en exhibiciones, tan importantes como la Mona Lisa de Vinci.

Pues sería el único recuerdo del amor que le tenía él.

Por parte de Brown, de ella nunca se encontró nada, por lo menos no físico. Pero los vídeos de ambos eran simplemente magníficos.

Luego de muchos años las personas pudieron conocer su historia, del amor que ambos se tuvieron y como misteriosamente murieron. Para que tiempo después se descubriera que Adrien Agreste era Cat Noir, los historiadores descubrieron las cartas y luego: sus anillos.

Nunca se supo el como murieron ambos, de repente Hawk Moth también dejó de aparecer. Algunas personas consideraron sospechoso que justamente el diseñador de París Gabriel Agreste también haya desaparecido repentinamente pero la mayoría lo tomo con naturalidad pues su hijo había fallecido.

La familia de Corby no se mostró en público, el único que salio hablando por la familia Brown fue el representante de la fallecida. Luke Miller, el cual estaba con la mirada perdida.

Ladybug también expreso su tristeza a la muerte de su compañero de equipo junto a los demás héroes y ese fue el detonante para que la prensa y gente emparejara al rubio con el héroe fallecido.

Brown y Agreste murieron el mismo día y nadie supo que fue lo que pasó.

Las personas años después los recordaban por el amor mutuo que se tenían, por la forma tan preciosa que tenían de expresar su amor y por las cartas del rubio.

Si algo se tomó de tradición en Francia fue el dejar cartas de amor bajo el lugar que en algún momento fue el balcón de ambos enamorados. Algunas personas dejaban rosas, girasoles o margaritas.

Siendo su país la cuidad del amor, era un lugar habitado principalmente por turistas.

Y en realidad, cada que un extranjero pisaba París su guía no podía evitar hablar de la historia de amor de ambos jóvenes.

Sin duda, fueron felices mientras pudieron y rompieron el amor de los antepasados del rubio para próximas generaciones de héroes.

Pero ese relato ya está muy adelantado.

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