《O2》

79 14 4
                                    



Te sentías... no sabes cuál sería la palabra. Quizás, "raro" describía tu sentir.

La Hermana Park no tenía espejos en su cuarto, así que lo único que se asimilaba a uno era el gran vidrio del enorme ventanal. Así que ahora estabas allí, de pie, mirándote en el reflejo del vidrio como si estuvieras frente a un espejo de cuerpo completo. Debías admitir que la túnica era un verdadero descubrimiento de comodidad.

Te sentiste hasta un poco estafado, y es que las faldas te resultaron agradables. ¿Por qué se las habían prohibido a su género?

Era algo nuevo sentir la libertad del aire corriendo entre tus piernas. Todo era más fresco.

- Oh... corderito, luces... wuow... pareces una practicante – dijo entonces la hermana luego de buscar una palabra que sabes no logro encontrar, y blanqueaste los ojos.

Una cosa era descubrir que al parecer te gustaban las faldas o vestidos, otra muy diferente era que quisieras fingir ser una mujer. A las cosas por su nombre.

- Hermana... Se van a dar cuenta que no soy "mujer" - comentas haciendo comillas con los dedos – ósea, en serio, mira mi rostro, mis rasgos son muy varoniles.

La hermana Park te queda mirando, sus cansados ojos recorren cada parte de tu rostro, y luego de unos segundos en silencio, asiente con la cabeza y se rie, una risa que estaba solo a una pequeña distancia de ser una carcajada sentida.

- ¿Qué es lo gracioso? – preguntas haciendo un inevitable berrinche con los labios fruncidos hacia el frente.

- No quieres saberlo – dice con un tono burlón y divertido la anciana.

- Si quiero, por favor, comparte con la clase – le respondes con la frase que siempre te había dicho cuando eras pequeño y estaban en catequesis.

Los pequeños ojos de la Hermana Park brillaron con cariño, haciéndote saber que había entendido la pequeña referencia biográfica.

- Dijiste que tus rasgos son "varoniles" – comento, haciendo comilla con los dedos.

- Y lo son – informas con sorna.

- No, mi corderito, no lo son - se burló y frunciste las cejas – si no lo supiera, creería que eres una chica – menciono, encogiendo los hombros.

- Solo quieres burlarte de mí – murmuras cruzando tus brazos con mas fuerza.

La Hermana Park se rio, acariciando tu cabeza con cariño, como cuando tenías ocho años.

- Ten, te conseguí esta cortina de cabello... la traje porque es de tu mismo color, para cuando te quites el hábito - explico y miraste la cortina de color castaño - ven, te lo pondré...

Acercaste la silla que antes estaba en la esquina al medio de la habitación y te sentaste con los brazos y piernas cruzadas.

- Minho, necesito me escuche – dijo con seriedad en su voz la monja mientras acomodaba tu cabello y prendía cada broche.

- La escucho Hermana – le informas para que siga hablando.

- Mi corderito, nadie más que el padre Cho y yo debemos saber tu secreto, por lo que debes prometer que serás precavido – menciona, acomodando tu flequillo para que quede un poco al frente y al costado - y cariño, por favor, yo confío en ti, pero vas a convivir y dormir con otras novicias, con otras chicas – aclara - por favor, no hagas nada que nos ponga en vergüenza, o que exponga a la iglesia – te pide.

Miraste el cabello caer sobre tu pectoral y lo acariciaste, para luego estirar tu cuello hacia atrás, mirando a la hermana Park.

Ella había sido lo más cercano a una madre que tuviste. La adorabas. Jamás harías nada que pudiera avergonzarla, o bueno, no al menos algo que ella se pudiera enterar.

Novicia - HyunHoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora