Epilogo

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*Dos años después*

El cielo azul celeste despejado, el sol en su máximo resplandor y la leve brisa veraniega formaba un cálido, apacible y hermoso tiempo. Un día perfecto para salir de casa, caminar, ir a la playa o simplemente, disfrutar de las hermosas vistas

De la mano iba tomados ellos, alegres, con una sonrisa de par en par. Cada uno con un cono de helado, disfrutando del tranquilo tiempo que se presentaba. Uno de los chicos, el mayor busco en su bolsillo para encontrar ese objeto que siempre llevaba consigo y era indispensable. Su teléfono

—Acércate Willy, una selfie –soltando la mano de su amado y pasándola hacia su cintura, tomándolo de una forma de hacerle saber que no se iría

—No quiero una fot... –muy tarde para el pelinegro, el mayor unió sus labios junto a los de su amado, y apretó el botón que capturaba ese momento

—Hermosa foto –mientras liberaba a su novio del agarre algo forzado y se dedicaba a ver las demás fotos

El otro chico solo siguió caminando, mirando a la playa, la blanca arena y sus olas perfectas, o las varias tiendas que estaba al otro lado de la avenida. Atento de no tropezarse o ser arrollado por un ciclista, aunque no sería la primera vez. Sus lentes de sol lo hacían ver como el típico californiano. Luego oían su inglés y su acento y pensaban distinto.

Su oído se percató de un sonido, de un ruido. Distinto a la de la gente, distinto a las de las bicicletas, un sonido de una persona, de un sollozo. Volteo a ver a su pareja, quien estaba de lo más feliz con su teléfono. El sollozo seguía pero no sabía de donde, hasta que encontró en una banca el origen de ese sonido, una niña de aparente 7 años cuyas manos cubrían sus ojos de donde salían las lágrimas. Guillermo, salió con prisa hacia aquel banquillo, como primer instinto.

—Oye, niña ¿qué te sucede? –Decía él en un intento fallido de llamar su atención —Tranquila, no te voy a hacer daño

La pequeña limpio sus lágrimas con las mangas de su camisa y levantó la cara, mirando a la cara de Guillermo quien, solo se quitó sus gafas de sol y le dio una mirada de confianza

—Mi mami... No encuentro a mi mami –dijo la niña de rulos y cabellos claros, antes de soltar un nuevo sollozo

—Tranquila, todo estará bien. Te ayudare a encontrar a tu mami –Guillermo no sabría como, pero tendría que ayudar a la pequeña, solo le regalo una sonrisa que en la chiquilla hacía pensar que podría confiar en él. A pesar de que su madre le haya dicho nunca confíes en desconocidos.

Ambos fueron por el parque donde jugaban todos los niños, él pensó que quizás allí encontraría a la madre de la niña. Esta solo decía como era su madre, una mujer alta, con cabello liso y rubio, llevaba un vestido que a ella le gustaba mucho, palabras de la niña

—¡Willy Joe macho! Un momento y te me pier... -Samuel se acercaba exhausto a su novio, rápidamente su mirada se dirigió a la niña de la cual Guillermo llevaba de la mano —¿Desde cuando eres niñero?

—Me la encontre, estaba llorando en una banca. Necesita encontrar a su mamá –Samuel solo veía atento a su novio y la niña, esa vista se le hacía de lo más bonita. quizás algún día le agradara la idea...

Luego de salir de su breve visión, bajo a la altura de la niña y dedicarle una sonrisa. No quería dar mala impresión y le preguntó su nombre a la pequeña

—Alice –dijo con su voz baja

—Mucho gusto Alice, soy Vegetta –una sonrisa se formó en labios de la niña. Le causaba buena impresión pero quería permanecer al lado del "chino" como le dijo a Guillermo, por la forma que hacían sus ojos al reír

Un Radical CambioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora