Capitulo 12

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Me aburría demasiado en mi casa, mis padres, al ser domingo, estaban en casa, y como estaba acostumbrado a mi rutina de domingos, me desperté pronto y salí a hacer deporte. Mi cerebro tenía un puto despertador que siempre me hacía madrugar los domingos, a pesar de que probablemente estuviera resacoso después de estar un sábado por la noche bebiendo y fumando, el deporte siempre me despejaba la mente y me venía bien para mis resacas, además de venirme bien para ligar con chicas también.

No era el típico tío que en lugar de estómago parecía que tenía una tableta
de chocolate, y realmente lo agradecía, a las chicas les gustaba el típico tío que se le notan los músculos, pero no demasiado que hasta ralla lo insano.

Eso me facilitaba el trabajo de llevarlas a la cama, con tan solo quitarme la sudadera ya estaban más que mojadas. Muchas me decían lo bueno que estaba, pero Bill nunca me lo había dicho y él me había visto ya unas cuantas veces sin camiseta. Siempre se quedaba mirándome y después actuaba normal, pero cada vez que lo hacía, se asomaba una sonrisa en mis labios.

No me gustaba ir enseñando siempre el pecho desnudo, muchos tíos lo hacían
para que las tías terminaran cayendo a sus pies para que se las follara por
lo bueno que estaba, pero a mí siempre me había gustado que se llevaran una
sorpresa debajo de esas camisetas anchas. Y a veces resultaba mucho más efectivo que ir enseñando mi cuerpo. ¿Cómo sería el cuerpo de Bill? Joder,
tenía ganas de saberlo...

Suspiré, me había parado en un sitio para comer un poco y retomé la marcha, corriendo hacia mi casa, estaba bastante alejado, pero tenía un buen fondo, así que podría llegar perfectamente a casa sin dejar de correr.

Y así fue, en cuanto llegué me duché de lo sudado que estaba y volví a vestirme, mis padres ni siquiera me habían preguntado qué había estado haciendo, sabían que los domingos eran única y exclusivamente para mí y mi deporte. Miré la hora en el móvil y vi que ya era bastante tarde, me había quedado dormido, joder.

Eran las siete y media de la tarde y había quedado con Bill hoy, vi unas cuantas llamadas perdidas de Georg y mi pandilla que no me molesté en
responder, así que me levanté de la cama y salí de mi cuarto, bajando las
escaleras y encontrándome a mis padres en el comedor.

- ¿A dónde vas? - me preguntó mi madre cuando me vio cogiendo las llaves del
descapotable.

- Voy a casa de Bill, no sé si cenaré aquí - y era verdad, tenía pensado ir por ahí a cenar, siempre nos quedábamos en su casa para que no nos vieran en la calle juntos, pero hoy era un buen día porque todos seguramente estaban en la fiesta de Georg. A mis padres se les iluminó la cara, seguramente impactados por no decirles que iba a una fiesta con mi pandilla y que regresaría en la madrugada. Se despidieron de mí y yo salí por la puerta sin contestar, dirigiéndome al coche y conduciendo hacia su casa. Le mandé un mensaje antes de pisar el acelerador y sentir la brisa impactar contra mi rostro, pero cuando llegué después de escuchar un par de canciones, pensando un par de veces en el trayecto que quizá era un adicto a la música, vi que no me había contestado el mensaje.

Fruncí el ceño y salté la puerta, impactando mis pies contra el asfalto, y después, cuando salté la valla de su casa, impacté mis pies contra ese vivo
césped. En mi jardín pude ver que lentamente salían las primeras hierbas, pero Bill me dijo que tardaría un par de meses como mucho en que saliera el césped si lo regaba diariamente, así que a eso me dedicaba cada mañana, a regarlo para que estuviera vivo y bonito, y eso, en un recóndito lugar de mi pecho, me causaba felicidad de poder hacerlo con Bill.

El césped era una gran metáfora sobre mí, ahora me daba realmente cuenta de
ello.

Empezó a vivir cuando me uní más a Bill.

A Dos Bandas {Toll, Twc NR}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora