Capitulo 17

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Todo el tiempo lo pasaba en mi habitación, ya que al final volví a casa
cuando la lluvia esa noche no dejó de caer y empezaba a hacer frío, mi orgullo se fue un poco más a la mierda, pero cuando me oculté tras las mantas, en ese calor acogedor, poco me importó.

Mi madre intentó hablar muchas veces conmigo, pero siempre me quedaba en
absoluto silencio, esperando pacientemente que se fuera mientras contaba números en mi cabeza para no gritarle y acabar explotando. Incluso mi padre intentó hablarme, sabía lo malo que era con las palabras, y se esforzó
realmente en hacerme hablar con el discursó que en mi mente duró años, pero siempre acababa igual, con silencio y rabia contenida que después sacaba con fuerza contra la almohada, y cuando la primera lagrima salía de mis ojos,
entonces paraba para no ponerme a llorar otra vez más.

Probablemente mi orgullo después de todas esas semanas ya estaba por el
subsuelo o incluso más abajo, me costaría mucho recuperarlo. Pero joder, me importaba tan poco.

Tan solo salía de casa para comprar paquetes de tabaco que terminaba
fumándome en tan solo tres días, las cajetillas se amontonaban en la mesa de mi habitación y esta olía a cigarro rancio.

Pasaron dos semanas desde que fui al instituto y todavía no había vuelto,
simplemente porque jamás iba a volver a ese puto sitio.

Era por la tarde, había comido un poco al mediodía y después volví a mis mierdas, a veces veía la televisión en mi cuarto, a veces cogía la guitarra... Aunque normalmente la tocaba muy poco, porque enseguida me recordaba a Bill, y no quería pensar en él. Cada acorde me recordaba a él, e inconscientemente me salía esa melodía que compuse para su letra, recordando su rostro, sus labios... Y sobretodo sus ojos.

Mi estómago esa tarde rugió, supongo que alimentarme últimamente de
cigarrillos no era del todo bueno, además de que no podía salir a hacer
deporte porque todas las tardes llovían, se estaba acercando el invierno, así que supuse que era normal que lloviera, como esa tarde.

El césped a causa de mi arrebato contra él y la torrencial lluvia de estas semanas, lo dejó hecho una mierda, solo existía barro y más barro que cuando
salía el sol y se secaba, se convertía en tierra sin pizca de vida. Pero lo agradecí, agradecí que ya no quedara nada de Bill en mi vida.

La carta. Recordé.

Pero nunca la leería, seguía en la guantera de mi coche, el cual le puse el
techo automático para que no se mojara cuando lloviera.

- Hay que decírselo, Ana - en ese inmenso silencio, escuché pisadas en las escaleras y una voz de mi padre que dirigía a mi vieja. Cerré los ojos y apreté la mandíbula, esperaba que no me formaran otro puto dolor de cabeza que me durara lo que quedaba de día.

- ¡Me dijo que no dijera nada, Jörg! - respondió ahora mi madre, antes de que las voces se escucharan nítidamente, tan solo oía murmullos que provenían del comedor, murmullos que no llegué a entender, pero ahora, al estar tan cerca
de mi cuarto, distinguía a la perfección.

- Tom debe saberlo - fruncí el ceño, ¿Por qué coño hablaban de mí? Miré hacia la puerta y me levanté de la cama, apagando el televisor al cual ni siquiera
le prestaba atención.

- Ya han pasado más de dos semanas y Tom dice que...

- ¿Enserio le crees?

- Claro que no, pero... - me dirigí hacia la puerta y la abrí, asomando la cabeza e interrumpiendo su tan intensa conversación que enseguida terminaron cuando se giraron para verme, inundando el silencio de nuevo.

- ¿Qué se supone que tengo que saber? Porque si realmente no tengo que saber
nada, os podéis ir a otro sitio a hablar - dije, sin importarme intentar sonar amable. Se miraron entre los dos, como una de esas miradas cómplices que duró unos segundos, para después romperse y que mi madre comenzara a
hablar.

A Dos Bandas {Toll, Twc NR}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora