Capítulo siete

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Sexta noche








Roberto conducía al estadio, eran las ocho cuarenta y ya estaba a punto de llegar.
El llegar, se estacionó y esperó a que se hiciera su hora de entrada.
Al cabo de unos minutos, vio al señor Adolfo en la puerta principal, así que caminó hacia allá y lo saludó, recibiendo un saludo de vuelta y entró.
Al entrar a la oficina, recibió un leve aroma a unas rosas rojas, las cuales estaban en un vaso de vidrio encima de la mesa.

"Eran las favoritas de mi hijo, clásicas pero bonitas." Habló don Alfonso detrás suyo.

"Están bonitas, ¿se las va a llevar?"

"No, aquí las dejo. Vine a ver si me podías pasar corriente."

"Ah sí, vamos."

Ambos salieron

Caminaron en silencio hacia los autos y Roberto estacionó el suyo frente al contrario.
Sacó los cables de la cajuela y abrió la parte de enfrente, conectando así ambos carros.

"¿A ti te gustan las flores?" Preguntó Alfonso, quien estaba recargado en su auto a lado de Alvarado.

"No soy mucho de flores, pero se me hacen bonitas."

"Lo son... las rosas eran las favoritas de mi hijo, en especial rojas."

"Y ¿ya no son sus favoritas?"

"Sí... mi hijo murió." Roberto lo miró inmediatamente y se removió incómodo en su lugar.

"¿E-en serio? Lo siento mucho."

"Hace casi dos años." Miraba enfrente. "Ellos deberían vernos morir a nosotros y seguir con su vida, no nosotros verlos morir a ellos. Jamás hubo cuerpo... no me dieron detalles, sólo me dijeron que murió de un paro cardiaco en un entrenamiento." Se escuchaba la ira en su voz "pero sé que no fue así." Se separó y desconectó los cables, dándoselos a Roberto.

"¿Era Alexis?" Preguntó desconcertado, con la miraba baja y los cables en su mano.

"¿Cómo sabes?" Lo miró serio.

"Él..." no supo qué decir.

"¿Él habla contigo? ¿Él te deja verlo?" Preguntó con lágrimas en sus ojos.

"Sí." Se atrevió a subir la mirada.

"Imposible... él a mí no me deja verlo, lo he visto sólo dos veces. Debes ayudarme, pregúntale por qué no me deja verlo, por favor." Agarró por los hombros a Roberto.

"Sí, sí, yo le pregunto." Puso su mano en una de las manos que estaba sobre su hombro.

"Gracias..." retiró sus manos y tranquilamente se retiró en su auto, dejando a Alvarado totalmente desconcertado.

Guardo los cables y arregló todo del auto, después caminó al estadio, entrando directo a su oficina.

Su tiempo pasó rápido, eran al rededor de las doce y media cuando sintió la fría y ya conocida corriente de aire entrar por la puerta. Miró y comprobó sus sospechas, era Alexis.
Apretó los lados de su silla, volteó para arriba, mirándolo a los ojos, secos y vacíos.

"Hola." Dijo y sonrió.

"Hola." Respondió Vega.

"Quería hablar contigo."

"¿De qué?" El otro siguió caminando hacia el otro.

"Tu papá... dice que no le hablas."

"¿Por qué quiero que siga sufriendo? ¿Por qué quiero que siga viendo el fantasma de su hijo muerto?" No paraba de caminar lento.

El Fantasma Del Estadio AkronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora