10. Perderás a un amigo

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NARRA POE

—¿De dónde vienes? —le pregunto a Damián nada más entrar en nuestra habitación.

Por desgracia para mí, teníamos que compartir por no sé qué norma nueva de la casa durante los tres o cinco días que dure esta fiesta anual.

No me hace gracia pero prometo que no me haré responsable de los daños mayores producidos si me mete mano. (Es obvio que lo digo porque si me toca un brazo le toco la nariz.)

—Ni te importa, ni te lo pienso decir.

Bendito sea el tono arisco que le gusta poner en esa voz de tío duro que tiene cuando planea algo y no quiere hablar.

Lo dejo estar y salgo de la habitación con mi camisa blanca y mis vaqueros de cuero.

—Estoy listo para la guerra.

—Exhibición —replica cuando llega a mi lado y cierra con un portazo.

Llegados al salón no veo a Eris por ningún lado.

Está cerca porque huelo su perfume desde aquí. Giro la cabeza y... ¿Damián?

Lo busco.

No lo encuentro.

Cierro los ojos, cuento cinco y estiro el brazo. Los abro.

He conseguido una copa de una bandeja que carga un andrógino pero ni rastro del más peligro de Asfil.

La he encontrado. Al tonto no, a ella, a Eris.

Creo que estoy en el cielo.

Lleva un vestido negro que le marca la cintura y que lleva lentejuelas por todos lados, pero el ahumado claro de los ojos la hace sobresalir entre el blanco y el rojo.

Una sombra está a su lado.

Corro hacia él antes de que la alcance.

—Muévete, Verne.

Niego.

—O lo haces o perderás un amigo.

Miro a Eris. Estoy como a cinco zancadas de ella. Espero que no nos haya visto. Huele diferente. Como a..

—Es mi presa.

Mierda.






























POE VERNE, ¡DÉJAME!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora