Inhalé con profundidad mientras observaba atentamente unos ojos opacos que me devolvían la mirada a través del espejo.
No me reconocí.
Hace mucho tiempo que había dejado de ser la chica guapa y perfecta que todos y todas admiraban. La piel grisácea, los labios agrietados por el llanto, las ojeras por el insomnio, el cabello quebradizo por la falta de cuidado, las uñas rotas por la ansiedad y el cuerpo delgado por la mala alimentación eran una clara señal de ello. Una figura gris y oscura fue lo único que pude ver a través de aquel reflejo.
En ese momento, no era Mia Bouchard quien me miraba, solo era el destello de lo que fue y de lo que nunca más sería.
—¿Estás lista? —preguntó mi madre entrando en la habitación.
Pestañeé varias veces para espantar las lágrimas y tomé una bocanada de aire antes de salir del baño.
Hora de la acción...
—Sí.
La noche anterior me había quedado hasta las tantas de la madrugada investigando acerca del famoso «Prana Australia», uno de los cuatro centros esparcidos por el mundo especializado en el bienestar de las enfermedades mentales. De acuerdo con los comentarios, ha sido considerado como el centro más eficiente y el único capaz de curar una patología mental en los últimos años. Entrabas con una personalidad y abandonabas el lugar renovado, bueno..., eso sí lograbas acceder.
Miles de personas en todo el mundo esperaban por un cupo. Cada seis meses recibían a quince personas, algunos pagaban por su cupo y otros debían esperar para ser seleccionados por los especialistas del centro. Me resultaba difícil creer que mi madre los hubiera convencido para que me aceptaran. Según lo que leí en los requisitos para postular, era necesario enviar una carta indicando los síntomas de la dolencia y la razón por la que yo debía ser seleccionada para estar en el centro. Supuse qué mamá y su dramatismo los convencieron, porque de ninguna otra manera podría haber entrado, menos en contra de mi voluntad.
—¿Y tu maleta?
—Ahí está todo —señalé el bolso de deporte que estaba a sus pies.
Mi madre bajó sus ojos negros al suelo y expuso una mueca de horror.
—¿Es una broma?
—No —respondí a la vez que me colocaba la chaqueta. A pesar de que los días estuvieran calurosos, siempre experimentaba una sensación de frío en mi cuerpo. Eso era algo que permanecía conmigo desde esa maldita noche.
Alzó el bolso del suelo con dos dedos y lo examinó como si tuviera una bomba dentro.
—¡Aquí solo guardaste dos prendas!
—Dos vaqueros, dos sudaderas, tres camisetas y un par de zapatillas. No necesito más.
Lo dejó caer al suelo como respuesta y de inmediato se dirigió a mi vestidor. Sacó una maleta y comenzó a echar ropa adentro como si me fuese a ir de vacaciones por tres meses.
ESTÁS LEYENDO
A través de tu alma
RomanceMia lleva mucho tiempo consumida por la oscuridad. Sus noches se basan en llorar y golpear la almohada, mientras que sus días son constantemente agitados, debido a sus pensamientos, que, a pesar de su esfuerzo, nunca se callan. No percibe esperanza...