Capítulo 11🧡

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La alarma sonó y automáticamente estiré la mano para apagarla

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La alarma sonó y automáticamente estiré la mano para apagarla. Me di la vuelta hacia el otro costado y me acurruqué en la cama sin ningún tipo de ganas de levantarme. La noche anterior, me desvelé pensando estupideces acerca de Caleb y Juliana. Debido a eso, no pude dormir bien y las pesadillas volvieron como huracanes arrasando con todo a su paso.

Cerré los ojos con tranquilidad y cuando estaba a punto de entrar en el mundo de los sueños, alguien comenzó a golpear todas las puertas notificando que el desayuno sería servido en diez minutos.

Gruñí y abandoné la cama con desgano. Si tenía que levantarme otro día más a las seis de la mañana, iba a morir de agotamiento, eso seguro.

Me duché, me vestí y media hora después me dirigí al comedor mientras me trenzaba el cabello húmedo, olor a vainilla. Todo en Prana olía a vainilla, canela o salvia blanca, incluso los champú y los geles de ducha. Era extrañamente placentero.

—¡Buenos días, Mariposa! —saludó Harper, alcanzándome en las escaleras—. ¿Cómo amaneciste hoy? Yo estoy bien, por si te lo preguntas. Anoche, en cuanto me tumbé en la cama, me dormí profundamente, lo cual no sucede seguido. Aunque es importante señalar que estuve mucho tiempo reflexionando en lo que conversamos. Creo que esperaré a decirle a Marco que ya sabes... me gusta. —pronunció esa última frase en voz bajita—. Hasta que no esté cien por ciento segura de que él siente lo mismo por mí. De ese modo, impediría un desagradable y humillante rechazo. En fin, ¿cómo estás?

—Bien —respondí intentando ser simpática. Cuando no dormía lo suficiente, solía tener muy mal humor. Además, la imagen de Juliana besando el rostro de Caleb me producía un torbellino de emociones descarriladas que no lograba identificar con claridad. Aquello me abrumaba y me desesperaba en partes iguales.

—¿Segura? Te ves un poco pálida.

—Estoy bien, Harper, tranquila.

Tras caminar unos pocos pasos, me percaté de que Caleb se encontraba apoyado en la pared que conducía al comedor con su típica pose seductora. Tenía una rosa roja en la mano y sonreía de esa manera encantadora que volvía loca a cualquiera. Se me disparó el pulso y mis hormonas volvieron a traicionarme. Estuve a punto de correr en dirección contraria, pero eso me hubiera hecho parecer una rarita. Por lo tanto, solo me digné a seguir caminando con la barbilla en alto.

—Buenos días, belleza —saludó a una chica que se sonrojó inmediatamente. Rodé los ojos y me tragué la mueca de asco que estaba gritando manifestarse en mi rostro.

Caminé con firmeza mirando hacia delante y, en el instante en que pasé por su lado, extendió la mano ofreciéndome la rosa.

—Buenos días, guapa, ¿cómo...? —Rocé la rosa con el hombro y pasé de largo sin mirarlo. Por mí que se la regalará a Juliana o a todo el centro. Me daba igual. Harper, por el contrario, se detuvo y observó la rosa estupefacta.

A través de tu almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora