Capítulo 22🧡

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Cuando tenía cinco años, fui con papá a un lago situado en Nuevo Gales del Sur

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Cuando tenía cinco años, fui con papá a un lago situado en Nuevo Gales del Sur. Hicimos un pícnic a la orilla del lago y charlamos durante horas acerca de los peces, el agua y la vida. No recuerdo con exactitud que más hicimos en aquel viaje, sin embargo, lo que sí recuerdo es la sensación de plenitud y felicidad que me recorría el cuerpo.

Esa fue la primera vez que experimenté esa sensación, y también fue la última vez que vi a Papá. Falleció al día siguiente a causa de un infarto fulminante.

Aproximadamente, dos años atrás, un psiquiatra, el doctor Robinson, afirmó que mi depresión se originó debido a la muerte de mi padre. Supuestamente, las malas experiencias que estaba viviendo en aquel momento se habían vinculado con el suceso que me había acontecido tiempo atrás y, como resultado, se habría creado una enorme bola de acero indestructible dentro de mi cabeza, provocando el sufrimiento que en ese instante me atormentaba. Él también fue el individuo que aseguró que jamás me recuperaría. Sus palabras siempre quedarán clavadas en mi mente: «Mia, siento decirte esto, pero debido a todo lo que te ocurrió, jamás podrás volver a ser la misma, no volverás a sentir emociones y difícilmente te volverás a enamorar, ya que siempre vas a vivir con el miedo a salir lastimada».

Fue sumamente cruel al decir algo así y pueden deducir que le creí sin dudar ni un instante.

A lo largo del año siguiente, me convencí de que sus palabras eran completamente verdaderas. Me aferré a la idea de vivir sin sentir nada, de vivir sin amor y, tras transcurridas las semanas, aquello fue transformándose en mi realidad.

En la actualidad, espero que el doctor Robinson, quien posee un título de doctorado en medicina psiquiátrica en Oxford, se trague sus palabras, porque aquella noche en el lago, Cal rompió esa bola de acero en mil pedazos, haciéndome sentir todo de nuevo. Y sí, en ese instante no lo sabía, pero ya estaba completamente enamorada del chico de mirada intensa.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Claro —respondí sin dejar de observar el horizonte.

—¿Por qué confías en mí? —Volteé la cabeza hacia Cal con el ceño fruncido—. Quiero decir, he percibido lo nerviosa que te pones al momento de entrar en el bosque con otra persona.

Entrecerré los ojos analizando sus palabras.

—¿Me has visto?

—Soy muy observador, Tuya, no me subestimes.

Inhalé con profundidad y solté el aire de golpe. La pregunta que me acababa de hacerme Cal, era la interrogante que me perseguía desde que lo vi por primera vez. No tenía claro de por qué me sentía tan confiada con él y estaba completamente convencida de que si me decía que escapáramos del centro, lo haría sin pensar. ¿Por qué? Ni idea.

—Siendo sincera, ni yo misma lo entiendo. —Me encogí de hombros—. Siento que puedo confiar en ti, ya que algo en mi interior me dice que nunca me harías daño.

A través de tu almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora