Capítulo 37🧡

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Caleb sujetaba mi mano con firmeza mientras nos alejábamos cada vez más del tormentoso episodio que había experimentado

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Caleb sujetaba mi mano con firmeza mientras nos alejábamos cada vez más del tormentoso episodio que había experimentado. Mis pies apenas tocaban el suelo y mi respiración ya se había vuelto acelerada debido a la velocidad con la que nos dirigíamos hacia el lugar al que me llevaba. Me resultaba exactamente igual donde fuera, solo necesitaba tomar toda la distancia posible del repugnante ser humano que aún se encontraba en el jardín del centro.

—Estamos saliendo de Prana —jadeé, cuando cruzamos la puerta principal.

—Lo sé —respondió con el ceño fruncido. Continuaba pensando en mi revelación, lo notaba en la energía densa que lo rondaba. ¿Me arrepentía de haberlo dicho? Posiblemente, solo de haberlo gritado frente a tantas personas, incluyendo a mamá. «Mamá», pensé en ella y se me revolvió el estómago. No tenía idea de cómo iba a enfrentarla y, solo imaginarlo, me temblaba el pulso.

—¿A dónde vamos?

—¿No deseabas saber cómo lograba escaparme del centro? —Abrí y cerré la boca, recordando enseguida la vez que le pregunté acerca de eso. La primera noche que compartimos juntos y la noche de nuestro primer beso—. Bueno, Tuya, hoy es tu día de suerte, porque en breves minutos lo descubrirás. Solamente que esta vez vamos a acceder al centro por el mismo camino para llegar a la cabaña.

—Si íbamos a ir a la cabaña, ¿por qué no nos dirigimos directamente por el bosque? Estábamos a un paso de él.

Me miró por encima del hombro y sonrió.

—¿Y dónde quedaría la diversión?

Tras abandonar el centro, nos encontramos con la misma calle en la que me despedí de mi madre hace meses, cuando el miedo y la tristeza eran mis compañeras de viaje. Si me hubieran preguntado hace un año si sería capaz de superar lo que me había ocurrido, hubiera respondido que no. Que no era posible. Que algo así nunca podría superarse. Sin embargo, allí estaba, tres años después, en un estado de tranquilidad y mejoría. Gritar el dolor que llevaba dentro fue la terapia más efectiva que pude realizar.

Desvié ese pensamiento de mi mente y me enfoqué en seguir a Caleb, quien, en ese momento, rodeaba la casa hasta dirigirse a un imponente y ancho muro de piedra blanca. Me arrastró hacia allí, hasta que dimos vuelta la manzana y nos detuvimos en la esquina del muro. Al levantar la mirada, supe que en ese mismo punto empezaba el bosque, ya que los árboles con sus grandes troncos sobresalían de la piedra blanca, como si fueran enormes guardianes de Prana. Me estremecí y me abracé los brazos. El muro debía alcanzar una altura mínima de cinco metros y, aunque Cal era alto, dudaba mucho que pudiera escalarlo sin tener dónde sujetarse.

—¿Vamos a escalar? —inquirí, sin dejar de mirar hacia arriba.

—¿Y morir en el intento? —Se echó a reír y sus hombros vibraron—. Ni loco.

—¿Entonces, como...?

Se agachó y palpó una zona del muro. Pegó la oreja a la piedra, dio golpecitos en diversas áreas y, al encontrar lo que estaba buscando, sonrió con orgullo.

A través de tu almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora