Kosuke tiene diecinueve años y la sensación de que cumplir uno más es un despropósito.
Sin embargo, algunas cosas cambiarán al conocer a Darla, haciéndole ver que la fragilidad del amor se parece a una bomba nuclear.
Juntos, a veces de la mano, a v...
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Kosuke
—Joseph.
—¿Sí?
Dejé que el silencio se asentara, porque sabía que lo que estaba a punto de decir iba a sonar horriblemente idiota. Pero si no podía serlo con mi mejor amigo, entonces, ¿cuál era el punto?
—¿Qué harías si me muero? —pregunté, mirando el techo de nuestra habitación en el hotel, en una de nuestras primeras giras, sintiendo cómo las mejillas se me encendían por decir algo así.
En parte porque estaba borracho.
Y porque quería probar esa teoría de que cuando dices las cosas, te pesan menos. Supongo que, antes de decirlo, no calculé que quitarse un peso así de encima podría implicar pasárselo a otra persona.
—¿Por qué lo preguntas?
Me mordí el labio inferior, jugueteando con la argolla que atravesaba el borde derecho del mismo. Podía sentir sus ojos en mí, por lo que el instinto hizo que me bajara las mangas de la sudadera, en caso de que se viera alguno de los cortes que me había hecho la noche anterior.
—Mera curiosidad —dije, casi en un susurro—. Cuando me dejaron encerrado en el locker, en mi escuela antes de conocerte, fue la primera vez que me surgió la duda. Bien dramática, lo sé. ¿Qué pasa si nadie me encuentra? ¿Qué pasa si nadie se da cuenta que falto?
—¿Cómo no me iba a dar cuenta de que no estás, Right Hand?
No somos muy astutos con los apodos, pero cuando descubrimos que él era zurdo y yo diestro, la diferencia y el complemento entre nosotros se hizo ineludible.
—No lo sé —respondí.
—Eres el tipo más ruidoso y, literalmente, mi mejor amigo.
—Pero suelo ser tan...—repliqué, dejando a medias la frase, porque en ese minuto no pude dar con nada políticamente correcto que decir, con un jodido nudo en la garganta—. A veces no contesto las llamadas, porque no quiero ver a nadie. Tengo un humor de mierda y... No lo sé, solo pienso que podrías estar mejor sin mí. Soy un amigo de mierda.
Mi respiración no alcanza a descompensarse, porque Joseph se sienta en el borde de la cama y me toma la mano, anclándome a la realidad.
—El problema, Ko, es que no entendemos el vacío —comenzó—. A veces pienso que la materia oscura y tratar de teorizar en cuanto al vacío y sus campos, solo ha llevado a los científicos a equivocarse... De modo que, de una forma extraña y poco sensible, he comprendido que hay preguntas que están destinadas al error de cálculo. No puedes anticipar qué pasará cuando no estés, porque no estarás. Asimismo, las conjeturas basadas en tu juicio, no son acordes a mi perspectiva. La evidencia dice que eres mi mejor amigo y todo arroja que es una de las mejores decisiones involuntarias que he tomado.
