Capítulo 12

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Había llegado el día de la cosecha... por Dios estaba hecha un completo desastre, tratando de no entrar en pánico por lo que estaba segura que ocurriría en esta oportunidad.

Millie sabía del plan, sabía que hacer, qué decir, dónde ir, etc, sólo esperaba que mi versión infantil se tomara esto tan en serio como me lo estaba tomando yo.

- Bienvenidos todos a la cosecha de la Luna. Acérquense a los puestos más importantes de este festival...- comenzaba a relatar el animador del evento, casi provocándome un ataque al corazón del susto.

Caminé recorriendo lentamente los puestos de atracción de los vecinos del pueblo que estaban a trasmano, intentando a ubicar a Millie. Aunque ya tenía cierta noción de que para esta festividad, mis padres accedían a llegar más tarde, cuando la entretención estaba más a su nivel.

- ¡J! - escuché y me giré a ver a buscar a Lewis, el único que me llamaba así. - No sé en qué momento decidí venir, pero por favor no me abandones. - introduce en modo súplica, lo que me provoca una suave risa.

- ¿Qué hay de tus amigos? - pregunto intrigada en serio.

- Te abandonaré en cuanto los encuentre. - responde y yo entrecierro los ojos exageradamente antes de intentar marcharme pero me toma del brazo. - Es broma, J. Por favor no te vayas. - dice con gracia. - Pete y Margot tocarán antes de Journey, me han pedido que esté presente. - dice levantando en su mano una grabadora. - Necesitan un registro de su concierto. - explica y asiento entendiendo. - ¿Y bien? ¿Cómo piensas entretenerme? - pregunta apoyando sus manos en la cadera mientras observa a su alrededor.

- No lo sé, ¿hay con qué hacerlo en este lugar? - pregunto realmente curiosa y él cruza su brazo por mi hombro para guiarme por los puestos.

Vimos una infinidad de locales algo comunes y otros que parecían un antiguo pueblo medieval. Unos compitiendo por la calabaza más grande que cosecharon de sus cultivos, otros observando a un par de sujetos enseñando a como atar unos nudos para quién sabe qué. La vida que jamás disfruté en este lugar, parecía ser realmente mas brillante cuando estás en mejores condiciones.

- No puede ser...- dice pensativo apuntando a un local. - Ven, tienes que probar esto. - dice tomándome de la muñeca para guiarme hasta un puesto de comida donde vendían las famosas calabazas fritas del Lago Geneva. - ¿Sabes? Cuando llegué a este pueblo ni siquiera sabía que existía esto, una vez que lo pruebas te vuelves adicto. - me explica y yo veo algo sospechosa tal comida. De todo el tiempo que viví aquí jamás los probé y es que la calabaza simplemente me desagradaba desde siempre y eso que comía de todo en mi infancia.

- ¿Estás seguro de eso? - pregunto analizando a la distancia la novedad del pueblo, mientras Lewis pagaba por dos de esas "paletas".

Tenían un aspecto similar a los corndogs, la diferencia es que sólo eran una masa de calabaza molida y frita puesta sobre un palo.

- Muchas gracias, linda. - dice Lewis guiñándole a la chica que la atendió. Era probablemente de su edad y ella parecía muy complacida por la atención que le entregó Lewis. Sonreí mientras tomaba un paso de distancia del chico, así ella entendía que si veníamos juntos no era porque éramos algo en especial. - Aquí... tienes- dice entregándome una de las paletas con mucha concentración. Algo nerviosa por la mirada intrigada de la chica de la caja, reaccioné golpeando el hombro de Lewis como si fuésemos un par de "bros". - ¿Qué fue eso? - pregunta divertido dándole un mordisco a la calabaza.

- Esa chica - apunté con mis ojos y él miró poco disimulado. - Le gustas. - aseguré y él le sonrió encantadoramente, para luego dirigirse a mí.

- ¿Y me golpeas por ello? - pregunta curioso y yo ruedo los ojos para empezar a caminar.

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