Capítulo 1

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Después de una larga jornada, no hay nada mejor como el café que ofrecía el Sr Beesley. Creo que alguna vez mencionó que importaba este grano desde Colombia, pero a juzgar por el bajo precio y las pocas personas que visitaban el lugar, esto seguramente venía de alguna ciudad de California.

Le di un nuevo sorbo a mi taza mientras leía los últimos ensayos que me quedaban por calificar sobre los efectos del cambio climático que les pedí hace unas semanas. Hasta ahora habían algunos sobresalientes y otros claramente sacados de alguna inteligencia artificial que creara ensayos. De todas formas no tenía como comprobar aquello, así que debía ajustarme a la pauta de corrección.

- ¿Más café querida? - pregunta el Sr Beesley acercándose con su cafetera y asiento con una sonrisa. - ¿Cambio climático? - pregunta leyendo la pantalla de mi computadora con curiosidad.

- Al menos intento concientizarlos con el planeta. - me alzo de hombros y él suelta una risa.

- Cuando iba a la escuela no existía tal cosa del cambio climático, ahora parece que realmente va a acabar con nosotros. - comenta y yo asiento apenada de ello. - Bueno, tendrás que visitar la antártica antes de que se derrita por completo. - dice una vez más y esta vez soy yo quién suelta una risa.

- Ya me gustaría. El problema, como siempre, es la falta de dinero. - me alzo de hombros y él parece lamentarlo poniendo su mano en mi hombro.

- El de todos nosotros. - asegura intentando agregarle humor a la conversación. Su esposa, del otro lado de la barra golpeó un par de veces la campanilla que tenían para alertar a la cocina, pero esta vez era para llamar la atención de su esposo.

- Basta de charla ustedes dos. - nos señala y le indica a su esposo con la mirada, el resto del local. - ¿Cómo estás, querida? - me pregunta y yo le sonrío antes de responder en un resumen mi día.

El sr y la sra Beesley se habían convertido en una especie de padres para mí, desde que había llegado a la ciudad sin un lugar para vivir o un trabajo, ellos habían estado a mi lado ayudándome cuando mas los necesitaba.

Mi móvil sonó y despegué la mirada de la pareja para saber quién me llamaba a estas horas de la noche, para mi sorpresa, como si la hubiese invocado con el pensamiento, me llamaba mi madre.

Me mordí el labio y pensé en mi siguiente paso. De seguro estaría buscando que le hiciera un favor a la distancia o simplemente para contarme de algún problema que yo pudiese solucionar, pero como llevaba haciéndolo hace un tiempo, decidí colgar y no preocuparme por ella.

Sonaba terrible, pero mamá era una mujer complicada de querer. ¿Y qué decir de mi padre? Eran iguales, a excepción de que mi padre jamás volvió a comunicarse conmigo cuando me marché del pueblo en el que nací.

Mi infancia no fue de las que muchos niños desean y siempre he pensado que en parte es su culpa. No quisieron ver el daño que sufría viviendo en aquel lugar y eso era lo peor de todo. Luego de largos años de superación, creo que en realidad habían muchas cosas que no podía soltar y que en realidad sólo tenía que vivir con ello el resto de mi vida.

- Mañana es tu cumpleaños. ¿Qué tienes pensado? - pregunta la señora Beesley sentándose frente a mí cuando el local estaba más vacío y a punto de cerrar.

- Nada en realidad. - me encogí de hombros y ella sonrió con algo de lastima antes de tomar mi mano.

- ¿No piensas visitar a tus padres? - pregunta interesada.

- Creo que debería ser al revés, pero dudo mucho que gasten en un bus o un ticket de avión para verme. - explico y acaricia mi mano.

- ¿Desearías que su relación fuera distinta? - pregunta y yo curvo mis labios.

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