La Emperatriz Oscura es conocida por su maldad y perversidad. Hace años, fue conocida como la más joven e intrépida marinera del imperio. Hoy, como la mujer más letal del siglo.
La maldición corre por las venas de la tierra de Diamond pudriendo todo...
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La Biblioteca Minerva era una de las principales del reino. Gran parte del continente la consideraba patrimonio nacional y cultural del reino.
Sus pisos de vinílicos provocaban un ligero sonido, el único, mientras Nore llegaba hasta la recepción media hora antes de lo que acordó con Verena, no sin admirar las blancas esculturas antropológicas en las paredes de mampostería, más antiguas que muchos de los monumentos de la isla del rey.
Caminó hasta la recepción, donde una joven pelinegra leía unos archivos y los registraba en diversas carpetas.
–Buenos días– saludó Nore.
–Tardes– le corrigió la chica con un rostro salpicado de pecas.
–Buenas tardes. ¿Sabe dónde puedo encontrar a Verena Eileithya?
La chica arqueó una ceja con una expresión aburrida para ocultar la emoción que reflejaban sus ojos: completa amargura.
–Septimo piso, pasillo derecho, luego a la izquierda, sigue hasta el fin del corredor, ve a la derecha, otra vez derecha y entras a la quinta puerta del pasillo.
–Gracias, Scylla– le sonrió con el nombre que había leído en la placa de su uniforme provocando que se tensara. Era tentativo molestar a la desconocida–. ¿Oye, qué lees?
–Trabajo– contestó con voz cautelosa. Gracias a su mirada fulminante Nore notó que tenía ojos de un azul tormenta.
–¿Y es interesante?– Se encogió de hombros en respuesta–. A mí me gusta. También tu uniforme, te luce el verde.
–Es un color almendra.
–¿En serio?– Nore fingió comportarse como una niña descubriendo un tesoro–. De verdad, no lo sabía... ¿Por qué...?
–Kenna, tiempo sin verte.
Nore dirigió la vista a la pelirroja tras ella. Notó que, a diferencia de Scylla, su amargura era natural pero... Sensual. Aquella chica irradiaba poder, se veía como una reina. Dominante y astuta con ámbar fundido en sus ojos.
–Neeve, deja las estupideces. Rena te espera, para hablar sobre ello.
–¿Sobre ello? Ya es tarde.
Nore frunció el ceño al escuchar el nombre. La chica pelinegra ignoró su mirada y las tres fueron interrumpidas por la voz chillona de una niña.
–¡Ya estoy aquííííí!
–¡Eloise!– La llamó una mujer.
La niña dió un salto hasta el escritorio, tan alto que parecía una bailarina, al punto de agarrarse de este y dejar sus pequeñas piernas colgando.
–Señoritas AmareiSand, llegan tarde– les dijo Scylla. O Neeve.
Nore no entendió por qué la había llamado por el primer nombre.