La Emperatriz Oscura es conocida por su maldad y perversidad. Hace años, fue conocida como la más joven e intrépida marinera del imperio. Hoy, como la mujer más letal del siglo.
La maldición corre por las venas de la tierra de Diamond pudriendo todo...
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La sangre se pegaba a su cuerpo, pero sólo la motivación le permitía seguir moviendolo. Ignoró todas las voces que, en otras circunstancias, lo habían hecho dudar.
Defendió al que pudo durante su trayectoria, apoyado con los guardias. Pronto detectó el patrón de los atacantes.
Sus filas se mantenían semi-intactas, no porque no atacarán, porque utilizaban la simetría y los ángulos del gran salón. Había sido tan premeditado que el espacio no les resultaba extraño.
Analizó rápido a los guardias, cuyas líneas se enfocaban en líneas paralelas. Por eso fallaban. Por eso flaqueaban, la clave eran los ángulos.
–¡Nymeria!– Gritó Arsène.
Dos mujeres la mantenían ocupada mientras se defendía con una espada y una katana robada.
Arsène enterró su arma en una mujer de capucha oscura al tiempo que dos hombres ingresaban a su dirección. Se balanceó en el espacio apreciando cada detalle entre cuerpos de nobles y de invasores.
–¡A los extremos, ahora!– Gritó Arsène.
Nore captó su mensaje.
Los extremos... ¡Los extremos!
Aprovechaban los ángulos para su movilidad rápida. Por eso no salían de uno cuando empezaban a enfrentar al otro.
La mujer casi le encesta un golpe final antes de que Fielle llegara con un vestido ensangrentado a cortarle el brazo y defenderla de la segunda. La sangre salpicó su rostro ante la falta de importancia que tenía Fielle a la vida de ellas.
–¿Tu daga?– La ayudó a moverse.
La pierna la estaba matando.
–Ya no es mía– atacó a tres hombres antes de que ellos lo hicieran–. Cúbreme y dile a los que vinieron del equipo que los quiero repartidos bloqueando cada ángulo formado por estos imbéciles.
La pequeña mujer asintió.
El estilo de lucha de ella era como una danza. Una danza majestuosa con movimientos finos y letales.
–¡Nymeria!– Escuchó un jadeo.
Su madre la miraba, había tenido la misma delicadeza que ella al destrozar sus ropas.
–Fielle, yo acompaño a mi hija.– Una orden de retiro silenciosa.
Las espadas rugieron.
–¡Muevanse!– Exclamó Arsène moviendo su espada para proteger a una mujer pelinegra al lado de un cuerpo.
–¡Obedezcan al jóven Brangwen!– Exclamó el rey con una linea de sangre proviniente de sus sienes.
Arsène volvió a escanear el espacio cuando su mirada se encontró con Darius dando puños a una mujer alta que le propicio una golpiza después y, acto seguido, perdió el equilibrio al ser lastimada al interior del muslo por un guardia. No por uno cualquiera, por su padrastro.