(¡ESTA ES UNA SECUELA! Lee primero el primer libro de la serie: Dagger From the Mirror)
El plan del Kraang funcionó. Aunque tres de las tortugas que habían sido controladas mentalmente se salvaron, Leo no. Con su ayuda, los Kraang pudieron secuestra...
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A veces, la realidad es peor que las mayores pesadillas de cualquiera.
Ésta era la verdad a la que se enfrentaba Miguel Ángel ahora. Incluso vestido con su disfraz de Savage Mikey, su armadura, nunca se había sentido más vulnerable que ahora, mirando los ojos maliciosos y sin vida de su hermano mayor.
El amable océano azul oscuro que estaba acostumbrado a ver había desaparecido, reemplazado por una espesa nube de odio y arrogancia. Su piel estaba llena de nuevas cicatrices. Líneas irregulares y de color marrón opaco esparcidas por el hermoso verde, contando una antología de historias que Miguel Ángel deseaba saber si alguna vez hubiera oído.
Los ojos de Miguel Ángel bajaron y su corazón casi se detuvo cuando vio el metal brillante debajo de la rodilla de su hermano. Su mente llegó a la peor conclusión, que había corrido el mismo destino que su contraparte, y mil millones de escenarios horribles pasaron por su mente. ¿Realmente le habían fallado tanto a Leonardo?, pero pronto vio que era solo un aparato ortopédico motorizado. Su pierna resultó herida, pero estaba sanando. No fue completamente reemplazado por maquinaria como lo había sido el otro Leo.
Miguel Ángel no pudo evitar dejar escapar un profundo suspiro.
Su alivio no duró mucho. Vio la sonrisa tocar los labios de Leonardo, un gruñido tan repugnantemente cruel que le retorció el estómago a Mikey. Leo gritó su nombre. La tortuga más joven no esperó ni un segundo más; Salió corriendo de regreso hacia su equipo. El único objetivo en su mente era advertirles. Sólo deseaba saber si debía estar agradecido o aterrorizado cuando Leonardo no aceleró para atraparlo, lo persiguió a un ritmo pausado. Le dio todo el tiempo que necesitaba para reunir al resto de su equipo.
Su Rafael y su Abril estaban justo delante, y Miguel Ángel les gritó desesperadamente. Para su horror, descubrió que apenas podía decir nada. Sus palabras quedaron atrapadas en su garganta, la voz paralizada y las cuerdas vocales apretadas por el pánico. Los ruidos que hacía eran ininteligiblemente histéricos, pero al menos los gritos que había podido emitir habían llamado la atención de su hermano.
—¡¿Mikey?! ¿Qué pasa? —Exigió saber Rafael, ya blandiendo su sai. En un abrir y cerrar de ojos, todo el Equipo Júpiter lo estaba rodeando: los Rafaeles, los Donnies, las Abriles y su Casey, estaban preparando sus propias armas.
Se tomó un momento para respirar, para forzar los latidos de su corazón a disminuir, usando todo lo que recordaba de las enseñanzas de su padre sobre cómo calmar la mente. Claro, sus consejos rara vez funcionaban como lo hicieron con sus hermanos, ya que dudaba que alguna vez pudiera alcanzar el nivel de meditación que ellos podían sin distraerse, pero al menos funcionaban en momentos de pánico. Lo castigaron.
Dentro, fuera.... dentro, y fuera... Dentro, y habla.
—¡Leo está aquí!
—¿Cuál? —La pregunta vino de ambos Donnies simultáneamente, con los ojos muy abiertos con un optimismo temeroso.