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Candela nunca fue una persona muy religiosa o que creyera en alguna entidad que controlaba los hilos de su destino, ella dejaba que todo fluyera y aceptaba lo que estaba en su camino. Pero si solía agradecerle a Dios por poner a Antoine en su camino.
Tan solo una hora atrás habían llevado a cabo su matrimonio civil donde en el altar se juraron amor eterno hasta que la muerte los separe, donde sus votos fueron oídos ante familia y amigos y donde finalmente después de años juntos se convirtieron en marido y mujer.
La noche comenzaba a caer en Madrid y con ello se acercaba la hora de la celebración por los recién casados, si bien Antoine y Candela atesoraban a sus familias y vivieron alegremente las horas tempranas del día preparándose y luego presentándose en el altar. No iban a mentir diciendo que no eran el alma de la fiesta de cada lugar al que iban, y esa noche era suya.
―¿En serio no te molesta la canción? ―Candela le preguntó una vez más.
―Ya te dije que no. ―Antoine le dio un beso en la frente ―. Quédate tranquila, es solo una canción, me parece gracioso además... Y me gusta un poco el ritmo.
La argentina río y aseguró su agarre en la mano del francés. Justo el día de su casamiento se cumplía un mes de la victoria de Argentina en Qatar, a ella le pareció un chiste espectacular que la canción Muchachos fuera su entrada.
―Si te joden mis hermanos me decís.
Y aunque Candela amaba a su país y amaba a su selección, sabía lo mucho que Antoine había sufrido y las lágrimas que había derramado cuando el último penal fue realizado.
―Somos familia ahora, si tus hermanos me hacen bromas yo se las devuelvo.
Ella soltó una risa y asintió, ya era hora de que su ahora esposo se avivara un poco ante los descansos que sufría a manos de su familia.
Un minuto después las luces se apagaron, la bola de disco comenzó a girar y el DJ anunció la entrada de los recién casados. La canción comenzó a reproducirse y supieron que era momento de salir a enfrentar a sus invitados.
