Prólogo

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C H A Î N E S

Las cadenas abrazaban sus muñeca y tobillos. ¿Cuántos días habían pasado? Sólo Dios sabía.

Si era día o noche, realmente no le importaba, el tiempo ya no era relevante en su vida. El colchón que ayudaba a reposar su cuerpo era cómodo, las sábanas tenían un agradable olor a suavizante, su ropa la hacía sentir cómoda y su estómago se sentía tibio gracias a la agradable comida que había disfrutado hace unos instantes.

Pero su corazón estaba frío y vacío. No se sentía bien y se maldecía una y otra vez por sentirse de esa manera, no era justo para ella sentirse así, no se lo merecía. La ansiedad de no tener con ella aquellos labios, aquellas manos y aquellos ojos con mirada intensa la estaban quemando, la estaban consumiendo.

No era normal y ella perfectamente lo sabía, pero eso no podía hacer que dejara de sentirse en las nubes cuando tenía a la pelinegra cerca, mimando su ser como ninguna otra chica lo había echo.

Sin embargo, las cadenas en su cuerpo le recordaban su posición ahí, la razón y el propósito del por qué se encontraba de tal manera y por qué no era correcto sentirse de esa manera, merecía estar encerrada en un manicomio más que en esa habitación. Se lo merecía por traicionar a sus principios y se se lo merecía por anhelar que aquella mujer estuviera con ella.

Ella deseaba a Momo.


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