Capitulo Once

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Samael 

La cagué. Nunca la había cagado tanto como hoy.

Me arriesgué demasiado al haberle dicho eso a Marco, me expuse. Me tendría que haber callado, y no decirle nada.

Ahora tenía que cuidar cada movimiento por las dudas.

- ¿Por qué le dijiste a Marco que la cortara porque te estaba haciendo enojar? - la pregunta de Ashley me tomo por sorpresa.

Levante la manga de mi camisa y le mostré uno de mis tatuajes.

-Es un hospital. ¿Te acordás esa vez que te dije que mis tatuajes son mi historia? Bueno, este es uno de ellos. Una vez hace dos años creo que fue, estaba en un bar con mis amigos y un chico había empezado a insultar a Carter y eso me molesto mucho. Empecé a empujar al chico y, cuando cayó al suelo, me subí sobre él y seguí pegándole, recuerdo que mi visión era roja, estaba cegado por ira —tomé una larga respiración y volví a terminar la historia.

>>quise matarlo, pero Carter me saco de encima de ese pobre chico y me hizo volver en sí. Cuando miré al chico, apenas se veía su cara de la sangre que tenía, pensé que lo había matado, pero Noah estaba revisándolo a ver si respiraba y por suerte si lo hacía. Así que hice lo mejor que alguien puede hacer y lo llevé a un hospital antes que pasara algo peor. Llegamos justo a tiempo, luego de eso hice la denuncia en contra mia y me entregué. - volví a levantar mi camisa y le mostré mi otro tatuaje que era una prisión. - Es por eso por lo que quería que Marco la terminara, no quería que pasara lo mismo que esa vez.

- Perdón por hacerte hablar de eso Sami, no tenía ni idea. - su tono había cambiado, ya no era uno curioso, sino uno de vergüenza.

- No pidas perdón, no sabías eso y yo te lo conté porque no quiero ocultarte nada. Tengo muchos tatuajes y cada uno son recordatorios de lo que pase y de quien soy. Ellos me hacen ser lo que soy, de algunas cosas estoy más que arrepentido, pero de otras no.

- Sí yo tuviera que poner mi historia en tatuajes, no se me vería nada de mi piel. - dijo ella entre risas. - Me gusta que hables así de ti mismo, lo haces con mucha confianza y sin miedo a lo que te diga el resto.

- Ya no me interesa lo que diga el resto, eso me reprime el vivir mi vida a mi manera, si dependiera todo el tiempo del que dirán, no tendría vida alguna, viviría escondido del mundo. Y a mí no me gusta estar escondido, me gusta ser visto, aunque sea en una forma horrible, yo nunca me escondo, porque no tengo ese miedo constante de lo que piense los demás sobre mí.

—Me gustaría ser vista también, pero me da tanto miedo ser juzgada que trato de no llamar la atención—dijo ella.

-A mí me gusta verte, y si tenéis que llamar la atención o destacar entre todos, hacelo sin miedo, no te vas a arrepentir.

Nos subimos a la moto y arrancamos viaje a la casa de Ashley.

Mi mente no dejaba de pensar en la sonrisa que Ellie me había dedicado antes de irse, y en la forma en la que me miraba, eso había cambiado. Seguía siendo la chica más hermosa que mis ojos habían visto. Sus ojos seguían siendo los más cautivadores, el gris en ellos tenía un brillo inigualable, y hoy pude presenciar como ese brillo se iba apagando, como la decepción tomaba el control de su cara y sus ojos.

Los brazos de Ashley me habían sacado de mi ensimismamiento, apoyo su cabeza en mi hombro, por más que el casco no la dejara acomodarse como ella quería. Sus manos en mi cintura se sentían cálidas, me dieron escalofríos por toda la columna y sentí como si tuviera cosquilleos por todo el cuerpo.

Me sentía relajado, la noche se veía tan bonita como ella. Todo estaba tan tranquilo, no había nadie en la calle, continúe manejando por toda la ciudad de Denver, no quería que el paseo terminara. Sentirla a ella abrazada a mí me transmitía paz, como si estuviera bajo el efecto de una droga fuerte.

Peligrosa ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora