Capitulo Doce

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Ellie 

Me desperté envuelta de los brazos de Marco, me apretaba tan fuerte como si no quisiera que me fuera. Quise separarme un poco de él, pero sus enorme y pesados brazos no me lo permitían. Por cada expiración de él, venía una inspiración mía y eso hacía que respirara todo su aire caliente y me sintiera ahogada.

Hasta trate de mover la cabeza para respirar un poco de aire fresco, pero ni eso me dejó hacer. Lo moví un poco a ver si así se despertaba y ni eso lo molesto. Lo empecé a llamar por su nombre, y tampoco había indicios que se fuera a despertar.

-Marco... Marco – lo seguí moviendo con mi único brazo libre – Marco, no respiro, córrete.

- ¿hum? - dijo todavía dormido.

- Que te corras amor, por favor. Me ahogas con tu respiración – le suplique.

Lentamente se corrió a un costado, pero sin dejar de abrazarme fuerte, al menos ahora podía respirar tranquila. Suspiré rendida y traté de volver a dormir.

Cerré mis ojos y busqué el sueño, pero a mí cabeza solo venían esos ojos celestes que me habían ayudado la noche anterior.

Abrí mis ojos rápidamente y mi respiración estaba agitada.

¿Estaba pensando en Samael?, volví a cerrar los ojos y ahí estaban devuelta, esos ojos celestes mirándome tan fijo que me hacía sentir intimidada, pero ¿excitada a la vez?

Me separé de los brazos de Marco y me levanté a la velocidad de la luz, me fui al baño y, moje mi cara y nuca con agua bien fría.

- ¿Qué estás haciendo Ellie? - me reprendí a mí misma. No podía estar pensando en el novio de mi amiga, mientras estaba en la cama con el mío.

Me seque la cara con la toalla que estaba al lado del lavabo y respire profundamente para relajarme. Me miré al espejo y, vi una cara con moretones en un ojo y parte de la boca.

No me había percatado de que estaban ahí hasta que me mire, los toque con cuidado y el dolor fue instantáneo. Retiré mi dedo rápido de mi cara y me fijé el resto de mi cuerpo.

Levanté mi remera de dormir y me miré nuevamente al espejo. El moretón que apenas se veía anoche, ahora era más grande y estaba más violeta y verde. no quise tocarlo, porque sabía qué sí el de la cara había dolido mucho, este que estaba en mis costillas sería peor.

Seguí mirando mi cuerpo golpeado y me dieron muchas ganas de llorar. No podía creer que había permitido que me hicieran esto, que me hayan golpeado y dejado ahí tirada. Me daba rabia el pensar como no hice nada, como no actué y golpeé yo también.

Las lágrimas rodaban por mis mejillas y caían en mis labios. Bajé mi remera y me limpié las lágrimas, no iba permitirme llorar y humillarme más de lo que ya lo habían hecho. Volví a mojar mi cara con agua fría y a recomponerme.

Abrí el agua caliente de la ducha, me saqué el pijama y me metí al agua hirviendo. Nunca me había molestado el hecho de meterme a la ducha sin haber abierto el agua fría, me gustaba la sensación del agua caliente en mi cuerpo, y justo ahora lo necesitaba más que nada.

Quería sacarme la suciedad de ayer, y la vergüenza que sentía. Se que nada de eso era mi culpa, pero una parte de mí no dejaba de decirme que yo era débil, que pude haber hecho más que solo quedarme ahí y dejar que me pegaran.

Mis lágrimas volvieron a salir y esta vez si no iba a poder contenerlas, así que las dejé salir. La presión en el pecho fue aumentando y mis sollozos más fuertes se hacían, necesitaba dejarlo salir todo, no me gustaba guardarme las cosas tristes, nunca fui así, y no voy a empezar a serlo ahora.

Peligrosa ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora